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ESA OTREDAD (OTRA EDAD)
OTHERNESS
ESSA ALTERIDADE (OUTRA IDADE)
Mariana Rubio
Asociación Uruguaya de Psicoterapia Psicoanalítica
Montevideo, Uruguay
Correo electrónico: marrubio273@gmail.com
ORCID: 0000-0001-8859-5990
Recibido: 13/7/2023
Aceptado: 29/8/2023
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica, 4
(2), julio-diciembre 2023, pp. 73-83.
ISSN: 2730-4833 (papel), 2730-4957 (en línea). DOI: doi.org/10.53693/ERPPA/4.2.4
Para citar este artículo / To reference this article / Para citar este artigo
RUBIO, M. (2023). Esa otredad (otra edad).
Equinoccio. Revista de psicoterapia
psicoanalítica, 4
(2), 73-83. DOI: doi.org/10.53693/ERPPA/4.2.4
Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional (CC BY 4.0)
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica - Vol. , N.o 1
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Resumen
Este trabajo presenta el diálogo entre dos textos, uno literario y otro psicoanalítico,
y hace referencia a cómo la afectividad está básicamente prendida a detalles percep-
tivos y concretos del mundo material. La metáfora de la otredad, de esa inquietante
extrañeza de uno y de ese otro, es también metáfora de lo inaccesible y de un resto
inaprehensible de uno mismo, del mundo y de esa otra edad, lo infantil.
Palabras clave: sueño, realidad material, realidad psíquica.
Abstract
This work presents a dialogue between two texts, a literary and a psychoanalytic
one, and refers to how affectivity is essentially linked to perceptual and concrete
details of the material world. The metaphor of otherness, that unsettling strangeness
of oneself and of the other, is also a metaphor for the inaccessible and an ungraspable
residue of oneself, the world, and that other age, childhood.
Keywords: perception, dream, material reality, psychic reality.
Resumo
Este trabalho apresenta um diálogo entre dois textos, um literário e outro
psicanalítico, e faz referência a como a afetividade está intimamente ligada a
detalhes perceptivos e concretos do mundo material. A metáfora da alteridade, dessa
inquietante estranheza de si e do outro, também é uma metáfora do inacessível e de
uma parte inapreensível de si mesmo, do mundo e dessa outra idade, a infância.
Palavras-chave: percepção, sonho, realidade material, realidade psíquica.
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INTRODUCCIÓN
La realidad siempre seguirá siendo incognoscible.
Sigmund Freud (1955, p. 116)
Lo incognoscible forma parte, inevitablemente, del
psiquismo. Se origina tanto en el problema de las
percepciones estrechamente dependientes de los órganos
de los sentidos y sus límites, como en el problema de los
límites del pensamiento.
César Botella y Sara Botella (2003, p. 220)
De realidades y sueños es el nombre del seminario coordinado por la
docente y psicoterapeuta Olga Salgado. Como punto de partida, la escri-
tura de este trabajo se inspira en la lectura de algunos textos analizados
en el transcurso de dicho seminario, en diálogo con otros.
Entre estos dos términos, realidad y sueño, al decir de Benjamín
(2019), no hay fronteras entre el adentro y el afuera, sino un recorrido
continuo. En palabras del filósofo Schopenhauer (2022), «La vida y los
sueños son hojas de uno y el mismo libro» (p. 66), lo que transmite la idea
de una extensión, una prolongación sin fronteras radicales entre ellas.
En el presente trabajo expongo dos situaciones bien distintas: la lec-
tura de un cuento breve de Kafka (2018) y un breve relato de una situa-
ción clínica.
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Mariana Rubio
ESCRITURAS
En la escritura de estos dos textos, el literario y el psicoanalítico, en-
cuentro algunos nexos, lugares en los que ambos podrían dialogar, des-
de mi punto de vista. Ese ser ficticio a quien Kafka (2018) ha llamado
Odradek podría ser la metáfora de la otredad y de la otra edad; de esa
inquietante extrañeza que llevamos dentro, lo desconocido de uno y la
alteridad de ese otro ajeno, extranjero, de «esos trozos de hilo viejos y ro-
tos […] anudados entre sí, pero también inextricablemente entreverados»
(Kafka, 2018, p. 195). Metáfora que es, tal vez, del cuerpo frágil, movedizo,
inalcanzable, inaccesible, resto inaprehensible de uno y del mundo. Ese
cuerpo liviano, pequeño, como si fuera un niño alegre, es simultáneamen-
te un cuerpo sufriente como el de la situación clínica cuerpo-psíquico
marcado por huellas innombrables, huellas que han dejado el horror, un
resto irrepresentable que ha ocasionado un sufrimiento psíquico.
Kafka (2018) cuenta que
unos dicen que la palabra Odradek proviene del eslavo […]. Otros, en
cambio, opinan que procede del alemán y solo recibió influencia del
eslavo. […] con ninguna de las dos puede encontrarse un sentido a la
palabra. […] A primera vista se asemeja a un carrete de hilo plano y
en forma de estrella, y, de hecho, también parece que estuviera recu-
bierto de hilo; aunque a decir verdad solo podría tratarse de trozos de
hilo viejos y rotos, de lo más diversos tipos y colores, anudados entre
sí, pero también inextricablemente entreverados. Pero no es tan solo
un carrete, sino que del centro de la estrella surge una pequeña varilla
transversal a la cual se une otra en ángulo recto. Con ayuda de esta últi-
ma varilla a uno de los lados, y de una de las puntas de la estrella al otro,
el conjunto puede mantenerse erguido como sobre dos patas. (p. 195)
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¿Qué es Odradek?, ¿qué se percibe en ese ser? A primera vista, deter-
minadas características; en un segundo momento, la percepción se am-
plía. Camilo José Cela, escritor español a quien Botella y Botella (2003)
citan, dice: «Pero nunca se describen las cosas como son, sino como se
las percibe» (p. 224). La cosa en sí, al decir de Kant (2003), es incognos-
cible. «Quedamos confrontados así, no sin cierta perplejidad, con el pro-
blema de una realidad que es “incognoscible” sin dejar de ser fuente de
nuestras percepciones» (Botella y Botella, 2003, p. 225).
En la descripción que hace Kafka (2018) de ese personaje ficticio
podríamos compartir una realidad percibida. Es decir, imaginarnos un
carrete de hilo en forma de estrella del cual emerge de su centro una pe-
queña varilla transversal a la que se une otra en ángulo recto, y ese con-
junto se sostiene erguido sobre dos patas, según lo explica el autor. Sin
embargo, y a pesar de esa percepción compartida, hay cierta fragilidad
en lo que vemos o en aquello percibido, parecería que, al tirar apenas de
un hilo, la figura corre el riesgo de deshacerse, deshilvanarse. Odradek es
un misterio, suscita un enigma. ¿Podría estar representando la idea de eso
que nos es imposible representar, lo inaccesible?, ¿la idea de la cosa en sí?
La percepción que se tiene del mundo real está determinada por el
vínculo humano, por lo que el otro significa y por aquello que le es signi-
ficativo. Es una percepción marcada de significados que dejará un resto
siempre inaccesible, como esa metáfora figurativa que nos trae el escritor
y que nos invita a pensar en la otredad, al igual que sugiere la poeta Circe
Maia (2017):
No es una flor ni un pájaro.
No es ningún animal, ninguna planta.
Existe como un pequeño ovillo con hilos enredados.
Y algunas maderitas, sobre las que se para. (p. 70)
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Eso otro desconocido, cuya etimología no es muy clara (su nombre
puede ser esloveno o alemán), es enigmático, eso se nos escapa. Esa otre-
dad, esa otra edad, la encontramos en el mundo de la realidad material:
Y se lo encuentra abajo, apoyado en la barandilla de la escalera […].
«¿Cómo te llamas?», le pregunta uno. «Odradek», dice. «¿Y dónde vi-
ves?». «Domicilio indeterminado», dice y se ríe; pero es solo una risa
como la que puede producir alguien sin pulmones. (Kafka, 2018, p. 196)
La otredad forma parte de lo desconocido de uno y de ese otro.
Odradek podría pensarse, tal vez, en ese borde, como una figura que
condensa la idea de lo perceptivo, puente entre la realidad externa y la
interna. «Los procesos perceptivos dependen de una realidad psíquica
que incluye tanto la percepción de los órganos de los sentidos como lo
perceptivo endopsíquico» (Botella y Botella, 2003, p. 241). Dependen de
esa realidad que siempre se nos escapa, pero que a través de la afectivi-
dad eso figurable va representando distintos sentidos, porque las cosas
adquieren la posibilidad de ser una y muchas cosas a la vez.
¿Qué es la realidad? «La realidad es una creación y no una percep-
ción de un existente, una construcción que genera una sensación en la
que se cree firmemente» (Benjamín, 2019, p. 146). Para el psicoanálisis,
según Benjamín (2019), «La percepción no es la simple relación entre los
órganos sensoriales y la realidad. La dimensión del inconsciente a través
de la instaurada realidad psíquica es una mediadora de esa compleja rela-
ción» (p. 139). La percepción, entonces, está atravesada por lo simbólico,
por el lenguaje. Y el nacimiento de la realidad está encarnado en la reali-
dad humana compartida.
Odradek, eso que percibimos, esa materia hecha de hilos, de va-
rilla, de colores, no tiene un significado en sí mismo; porta quizá una
temporalidad «efímera como el rumor del viento sobre las hojas secas»
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(Circe, 2017, p. 70). Odradek es movedizo y no se deja atrapar, ¿como el
inconsciente?
El objeto no está solamente adentro, también está afuera. Se lo vive
como si estuviera afuera solo con la condición de estar representado
adentro. Agregan Botella y Botella (2003):
Negar la percepción del objeto para poder investirlo en la representa-
ción, reproducirlo en la representación, para poder reencontrarlo en la
percepción, este doble movimiento constitutivo de la prueba de reali-
dad, no es otra cosa, entonces, que una función de memoria. […] Desde
ese momento, el recurso del no y de la memoria, la doble convicción
[de que está] solamente adentro, [y al mismo tiempo] también afuera,
da origen a un cambio de régimen psíquico. (pp. 131-132)
«A veces no se deja ver durante meses; seguro que se ha trasladado a
otras casas; aunque acaba volviendo infaliblemente a la nuestra» (Kafka,
2018, p. 196). Si a modo de hipótesis sostenemos que Odradek está aden-
tro y afuera nuestro, podríamos decir que —por un momento— frente a
la prueba de realidad ese ser inconsistente se ausenta, tal vez se lo niega,
desaparece de nuestro campo perceptivo, para luego investirlo en la re-
presentación y reencontrarlo en la percepción, siendo el mismo y no el
mismo cada vez. «Algunas veces, cuando uno va a salir y se lo encuentra
abajo, apoyado en la barandilla de la escalera, siente ganas de hablarle»
(Kafka, 2018, p. 196).
Algo inaprehensible, intangible, esa otredad, otra edad, constitutiva
de lo humano, de uno mismo y de ese otro, ese desconocido, extranjero,
nos habita.
En vano me pregunto qué sucederá con él. ¿Podrá morir? Todo lo que
muere ha tenido antes una especie de objetivo, una especie de actividad
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que lo ha desgastado; esto no puede aplicarse a Odradek. ¿Seguirá,
pues, rodando en un futuro escaleras abajo con su cola de hilos sueltos
a los pies de mis hijos y de los hijos de mis hijos? Es evidente que no
hace daño a nadie, pero la idea de que pueda sobrevivirme me resulta
casi dolorosa. (Kafka, 2018, p. 196)
Las cosas nos sobreviven, pero dejamos en ellas huellas impresas,
texturas, tramas, escrituras en el tiempo…, y esos hilos entreverados se
arrastran a pesar de los años transcurridos. Aparecen como restos irre-
presentables de lo que no se ha podido anudar, hilos que metaforizan el
peso de una historia dura y sufrida que se ha vivido.
LO IRRUPTIVO. HUELLAS DE UN RESTO
IRREPRESENTABLE
Lo recuerdo… A pesar de los años, acude a mi memoria una expe-
riencia clínica con un ex preso político, víctima del terrorismo de Estado.
En un trabajo publicado en la revista Intercambio psicoanalítico, hago
referencia a un expaciente que insistentemente me requería que corriese
la cortina del consultorio porque le incomodaba mucho la luz: sentía que
le enceguecía. Este pedido se repitió en varias oportunidades, aparecía en
la mitad de su discurso como algo que irrumpía. Expresaba su malestar
al escuchar el murmullo de la calle o los ladridos de algún perro, su relato
se detenía y quedaba atento a esos ruidos que sentía como insoportables
(Rubio, 2019).
Cuando se iba, y al abrir la puerta del consultorio, prestaba atención
al ruido de la puerta, una especie de crujido, decía. En dicho trabajo me
preguntaba:
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¿Qué de eso oído de ese crujido, de esos fragmentos sueltos, de esos
trozos que escucha en el presente hace que se trencen con el pasado?
Estos indicios que aparecen en el lugar de lo oído y de lo visto resuenan
en mí, hacen signo, me interpelan; el pedido de correr la cortina para
no mirar directamente a la luz que enceguece, los ruidos que aturden,
la puerta que al abrirla y cerrarla cruje. (Rubio, 2019, p. 126)
Algo nuevo, imprevisible, aparece en las sesiones y da lugar a la es-
pera y a la recepción de lo incomprensible. Este esperar se vincula a un
método y a una escucha que consideran y respetan el yo del otro. El no
comprender forma parte de la tarea analítica. Será, pues, importante po-
der tolerar y sostener ese estado que implica un posicionamiento ético-
analítico necesario para la elaboración y la integración de la experiencia
vivida.
El tiempo pasado, de celda y cerrojo, de muro y desgarramiento, arre-
mete y se hace presente, ataca el proceso secundario ordenado espacial y
temporalmente. La simultaneidad, nos dice Botella (2019), es lo nimio en
lugar de lo sustancial, y trae a Freud cuando expresa que las asociaciones
por simultaneidad o por continuidad no están relacionadas con el sentido,
las llama falso enlace porque el sentido no está manifiesto, pero se enlaza
igual, y ahí está lo simultáneo espacial y temporalmente.
Botella (2019) agrega:
se trata del resto en negativo de un acontecimiento, resto irrepresenta-
ble, una percepción-signo que no puede tomar la vía perceptivo-repre-
sentacional y que, en consecuencia, será una huella memorial sin con-
tenido, incapaz de convertirse en una escena fantasmática representada
y que no tendrá acceso a la conciencia […]. Se trata de una zona de
sufrimiento psíquico que supera la capacidad de figuración y remite a
pérdidas de objeto no representables, no elaborables, la calificaríamos
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de huella memorial en negativo con el fin de precisar su diferencia con
la huella mnémica representada portadora de contenido representados.
(p. 78)
Freud, ya en 1896, lo llamó percepción signo y se presenta en forma
espontánea en el analista como producto de su atención flotante per-
ceptiva, signo que es portador de una memoria que no es accesible a la
conciencia (Botella, 2019). El signo perceptivo es revelador de una si-
multaneidad de elementos, como lo son los restos diurnos tratados en la
regresión onírica. Salvo que, en sesión, el analista capte un signo percep-
tivo. Tanto es así que el signo perceptivo provoca y crea un sentido en el
presente, y no emerge de un pasado que se recuerda. Este nuevo sentido
aparece y solo tiene valor en el contexto de simultaneidad de la sesión en
la que emerge (Botella, 2019).
Esos signos de percepción generan un enigma en el analista. Irrumpen,
conmueven e interpelan, y se hallan en espera de ser comprendidos, al igual
que determinados contenidos psíquicos del yo infantil. Estos contenidos,
en su momento, se volvieron inaccesibles al no poder ser comprendidos
ni transformados en representaciones como consecuencia de la temprana
edad. En esa otra edad, determinados objetos toman un carácter animista,
como ese ser ficticio Odradek, y esas huellas persisten y se manifiestan en
el tiempo presente como algo, muchas veces, incomprensible.
ENTRE TEXTOS
Un texto literario y uno psicoanalítico se abren a distintos senti-
dos, inauguran territorios desconocidos, se tocan, nos interrogan, nos
asombran, permiten que nos deslicemos por ese hilo entre la realidad
y el sueño. Esa otredad, esa otra edad, lo infantil, permanece como esa
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inquietante extrañeza que sobrelleva las huellas de un resto incognosci-
ble e irrepresentable.
§
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sueño y la alucinación negativa. En F. M. Gómez (comp.), Percepción
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Gómez (comp.), Percepción y sueño: perspectivas actuales (pp. 65-93).
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