Arquitectura de nuestro mal-estar en la cultura: El Psicoanálisis ante el malestar sobrante. Una aproximación a Silvia Bleichmar. Psicoanalista Alicia Leone

Arquitectura de nuestro mal-estar en la cultura: El Psicoanálisis ante el malestar sobrante. Una aproximación a Silvia Bleichmar. Psicoanalista Alicia Leone

El viernes 8 de mayo se realizó la segunda actividad científica de la institución organizada por la Comisión Científica y el Espacio Silvia Bleichmar. Contamos con la participación de Alicia Leone, una destacada psicoanalista argentina, cuya conferencia se denominó: Arquitectura de nuestro mal-estar en la cultura: El Psicoanálisis ante el malestar sobrante: Una aproximación a Silvia Bleichmar.

En el recorrido de su conferencia, Alicia va entrelazando como en un tejido las ideas de Silvia Bleichmar en su articulación con el pensamiento de Freud y, particularmente, de Laplanche. Es una invitación al placer de pensar en las principales ideas que sustentan la teorización de la autora referida.

A través de la metáfora de arquitectura, Alicia despliega los distintos sentidos que implican el trabajar con «el complejo edificio de nuestro aparato anímico» (Freud), en el cual para Bleichmar supone el trabajar sobre la estructura, pero también favoreciendo estructuras, analizando dónde están los riesgos y qué es lo que pone en riesgo a la subjetividad para poder intervenir y disminuir el sufrimiento psíquico.

Lo característico de la teoría psicoanalítica es el concepto de pulsión en el cual se articula el inconsciente y la represión. La existencia de la cultura será viable en la medida en que se produce transformación pulsional : «El otro puede ser objeto de la pulsión para mi propia satisfacción» (Silvia Bleichmar). El sujeto ético no toma al otro como objeto de pulsión, de descarga de excitación, sino como objeto del yo y por lo tanto, semejante no por similar sino por pertenencia a lo humano.

Esta referencia la podemos encontrar, destaca Leone, en el texto El malestar en la cultura de Freud cuando hace referencia a que el otro, el prójimo, no es solo auxiliar y objeto sexual sino una tentación para satisfacer en él la agresión. En este sentido, nos recuerda Alicia el dispositivo analítico pone en juego esto, y la ética pasa por el rehusamiento, por la declinación de la tentación que implica el querer apropiarse del otro para mi propia satisfacción.

«El psicoanálisis es un dispositivo de producción de subjetividad, y también es una política de la escucha sustentada por una ética» (Alicia Leone).

Alicia destaca el procedimiento de lectura que hace Laplanche acerca de la obra de Freud, y pone en evidencia los momentos de contradicción, estudiando el curso que van teniendo determinadas ideas de Freud, los momentos de abandono de una idea. El interés se sitúa en los momentos de desvíos y haciendo trabajar al pensamiento, a los conceptos, para darles un sentido diferente en una propuesta conceptual que desarrolla a partir de los caminos esbozados en Freud.

Entiende la clínica como un lugar de interrogación, un lugar donde se ponen a prueba las teorías,

«un lugar de falsación de las teorías» (Silvia Bleichmar).

Toma especial relevancia la noción de seducción de Laplanche, quien parte del abandono que hace Freud en el año 1897 de la teoría de la seducción. Para Laplanche, ese abandono por parte de Freud ocasiona un desvío de la teoría al que denomina «un extravío biologizante». La idea que Laplanche desarrolla de la seducción generalizada es una idea que hace referencia a un psiquismo que se funda, se constituye desde el otro y no desde lo filogenético o desde lo preformado, como destaca Freud en algunos textos en donde, por ejemplo, la justificación de la angustia de castración remite a estructuras míticas o a cuestiones del desarrollo.

Bleichmar propone diferenciar la constitución del psiquismo, en relación al ordenamiento de la tópica en cuanto es específico de lo humano, la pulsión como exigencia de trabajo ; de la producción de subjetividad, en cuanto enunciados epocales que se presentifican en la construcción de cada sujeto. Son significaciones imaginarias históricas, a diferencia del campo de la organización psíquica, que responde a leyes universales.

Para Bleichmar, cuando algo no se estructura en el psiquismo, la explicación remite al plano intrapsíquico e intersubjetivo. El inconsciente que se constituye por la represión originaria, como lo va a llamar Laplanche (que en términos de Freud es la represión primaria), es un inconsciente que se funda en un tiempo real , cercable  y no mítico. Es un inconsciente con cierta materialidad, fundado por la represión originaria en su temporalidad e historicidad. Bleichmar se basa en estas teorizaciones y resalta que para trabajar en la clínica con niños tenemos que dar cuenta de qué se trata la represión originaria, y estudiar los tiempos de fundación del inconsciente y los movimientos de instalación de la represión originaria que darán origen a la tópica. Se plantea la revisión de la clínica con niños a la luz de la Metapsicología .La función humanizante que efectúa el otro humano se ejercerá desde una doble vertiente: desde su sexualidad infantil reprimida y desde la narcisización, identificación ontológica. En este sentido, se van a articular dos ejes: por un lado, el eje de la sexualidad; y por el otro, el eje del narcisismo, los cuales a veces pueden entrar en conflicto, afirma Leone.

Para Laplanche no se trata de dos etapas del inconsciente (represión primaria, represión secundaria) sino que supone dos nociones del inconsciente: el inconsciente que se organiza por la represión primaria es parasubjetivo (en un primer tiempo seria presubjetivo), y luego el inconsciente que se genera por la represión propiamente dicha , que es parte inconsciente del sujeto. A partir de esto, Silvia Bleichmar va a diferenciar entre el síntoma y el trastorno. El síntoma como una formación de compromiso (represión secundaria) y trastorno cuando la pulsión no está suficientemente retranscripta y  lo que se evidencia son las fallas de la represión primaria.

La situación antropológica fundamental (Laplanche) hace referencia a que el origen de la humanización está en relación a un otro, que desde su organización psíquica brinda los cuidados y las condiciones necesarias para la humanización desde una organización psíquica clivada (sepultamiento de la sexualidad infantil y sistemas narcisistas reprimidos).

En este punto, nos agrega Leone , Silvia Bleichmar establece una diferencia importante con Laplanche. Mientras que este último desarrolla la idea de subversión que hace el otro adulto de lo autoconservativo con la inscripción de mensajes enigmáticos que ejerce el otro, Bleichmar lo explicará por el lado de los signos de percepción.

Bleichmar tiene como mérito reposicionar la clínica de niños como punto de partida de estas propuestas de Laplanche, considerando y estudiando un inconsciente que tiene tiempos de fundación.

En tal sentido, la pulsión sexual puede estar ligada (Eros) o desligada, pulsión atacante que opera como pulsión de muerte del sujeto, afirma Leone.

Los conceptos de pulsión de vida-pulsión de muerte van a ser reformulados, suprimiéndole el soporte filogenético y pensando el lugar del otro en nuestro psiquismo como fundante.

Un yo que se va a constituir por identificaciones y en el encuentro con otro, quien está presente desde los orígenes. La posibilidad de diferenciarse estará marcada por las tensiones intersubjetivas y narcisistas necesarias, de acuerdo con Leone, para poder diferenciarse de ese otro.

Por lo tanto, en los orígenes de ese bebé podemos pensar que hay un primer tiempo, el de la biología (que es autoconservativo) y un primer tiempo de la sexualidad (que sería autoerótico), desde el adulto ejerciendo la función de narcisización. En este entramado se va inscribiendo cierto precipitado representacional, nos dice Leone, esos aportes desde el adulto posibilitarán que aparezca el narcisismo como un nuevo acto psíquico y la posibilidad de retranscripciones que permitirán cierta ligazón de esa excitación pulsional, desde el lenguaje, los ritmos, los modos del cuidado humanizante. Lo pulsional estará en condiciones de caer bajo la represión originaria en la medida en que ese narcisismo se va armando y el funcionamiento pulsional directo va a quedar acotado. «La pulsión desligada es lo que pone en riesgo la existencia misma del sujeto» (Leone).

Tenemos un primer tiempo del narcisismo y un segundo tiempo de la sexualidad, siendo estos tiempos lógicos, no cronológicos, y un segundo tiempo del narcisismo relacionado con la constitución de las instancias ideales.

Al constituirse el yo, para Silvia Bleichmar, él se hace cargo de la función de autoconservación (conservar la vida) y de autopreservación (enunciados identificatorios que constituyen al sujeto).

Desde lo social, prosigue Leone, se puede visualizar determinadas situaciones en donde estos dos aspectos entran en contradicción, en donde muchas veces se ponen a los sujetos en la imposibilidad de sostener lo autopreservativo, generando una fuente de desmantelamiento de la subjetividad.

Otro de los recorridos que Leone destaca es el desarrollo que Bleichmar hace en relación a la constitución del sujeto ético diferente al sujeto disciplinado (sujeto que se comporta como lo que la sociedad espera para no ser castigado).

Para Bleichmar, el sujeto ético no se sostiene en lo epocal, sino en un posicionamiento en relación a la pulsión. El otro no puede ser objeto de mi pulsión, no puedo apropiarme de él, no puedo destituirlo como sujeto. Aquello que desmantela a la subjetividad no va a depender de los enunciados epocales .

COMISIÓN CIENTÍFICA

Ana Lía Camiruaga (coordinadora)

Patricia Cafasso

Juan Andrés Janzich

Mariana Rubio