INTERVENCIÓN PSICOANALÍTICA
EN INFANCIAS MIGRANTES: DOLOR,
DESAMPARO Y SUBJETIVACIÓN
PSYCHOANALYTIC INTERVENTION IN MIGRANT
CHILDHOODS: PAIN, HELPLESSNESS,
AND SUBJECTIVATION
INTERVENÇÃO PSICANALÍTICA NAS INFÂNCIAS
MIGRANTES: DOR, DESAMPARO E SUBJETIVAÇÃO
Gabriela Pollak Schwartz
Asociación Psicoanalítica del Uruguay
Montevideo, Uruguay
Correo electrónico: gpollaks@gmail.com
ORCID: 0000-0001-6906-5820
Recibido: 11/2/2025
Aceptado: 4/7/2025
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica, 6(2), julio-diciembre 2025, pp. 13-26.
ISSN: 2730-4833 (papel), 2730-4957 (en línea). DOI: 10.53693/ERPPA/6.2.1
Para citar este artículo / To reference this article / Para citar este artigo
POLLAK SCHWARTZ, G. (2025). Intervención psicoanalítica en infancias migrantes: dolor,
desamparo y subjetivación.
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica, 6
(2), 13-26.
DOI: 10.53693/ERPPA/6.2.1
Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional (CC BY 4.0)
Submitted: 2/11/2025
Accepted: 7/4/2025
Recebido: 11/2/2025
Aceite: 4/7/2025
Resumen
Este artículo aborda la posibilidad de intervención psicoanalítica con niños y ado-
lescentes en situación de movilidad humana, desde una experiencia clínica e interdis-
ciplinaria. Desde el entrelazamiento entre teoría y clínica, se reexiona sobre el sufri-
miento psíquico y los procesos de reacomodación subjetiva. Se propone un psicoanálisis
vivo, plural y en transformación constante, para ampliar su presencia y respuesta más
allá del consultorio, que se articula con lo comunitario y otras disciplinas. Se ofrece una
invitación a repensar el lugar del analista y sus formas de intervención en contextos
contemporáneos.
Palabras clave: migración, caso clínico, comunidad, dolor psíquico.
Abstract
This article addresses the possibility of psychoanalytic intervention with children
and adolescents in situations of human mobility, drawing on a clinical and interdisci-
plinary experience. From the intertwining of theory and clinical practice, it reects on
psychic suffering and processes of subjective reorganization. It proposes a living, plural,
and constantly transforming psychoanalysis, expanding its presence and response be-
yond the consulting room, in articulation with the community and other disciplines. It
offers an invitation to rethink the analyst’s role and modes of intervention in contem-
porary contexts.
Keywords: migration, clinical case, community, psychic pain.
Resumo
Este artigo aborda a possibilidade de intervenção psicanalítica com crianças e
adolescentes em situação de mobilidade humana, a partir de uma experiência clínica
e interdisciplinar. A partir do entrelaçamento entre teoria e clínica, reete-se sobre o
sofrimento psíquico e os processos de reacomodação subjetiva. Propõe-se uma psica-
nálise viva, plural e em constante transformação, ampliando sua presença e resposta
para além do consultório, articulando-se com o comunitário e com outras disciplinas.
Oferece-se um convite a repensar o lugar do analista e suas formas de intervenção em
contextos contemporâneos.
Palavras-chave: migração, caso clínico, comunidade, dor psíquica.
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LA INTERVENCIÓN PSICOANALÍTICA 1
La intervención psicoanalítica es el modo en que los psicoanalis-
tas2 nominamos al conjunto de acciones y estrategias destinadas a
llevar adelante un proceso terapéutico cuyo objetivo es promover la
comprensión del paciente acerca de su inconsciente y sus conictos
psíquicos. Desde la teoría y técnica psicoanalítica, que sostiene un
saber y hacer acerca del sufrimiento y dolor emocional, estas inter-
venciones buscan el origen de procesos inconscientes, que, ineludi-
blemente, deben ser elaborados y reelaborados de forma espiralada.
Al nombrarse como intervención psicoanalítica, se la distingue, pero
equipara, al psicoanálisis clásico, ya que mantiene los elementos fun-
damentales del trabajo psicoanalítico.
Las intervenciones psicoanalíticas incluyen la escucha activa. En
el caso del trabajo con niños y adolescentes, se integran el juego y el
gesto. El analista, implicado en el campo transferencial y atento a los
procesos inconscientes que emergen durante la sesión, busca terciar
tanto a través del discurso como de lo gestual, que surge de incons-
ciente a inconsciente producto de los fenómenos transferenciales. La
modalidad de intervenir en el devenir de las sesiones implica señala-
mientos e interpretaciones, donde el analista marca, de acuerdo con
su escucha y en sentido amplio, aquello que resuena en él, de modo
de que el paciente logre destrabar su asociación libre y acceda o cons-
truya sentido. Es desde aquello que se vislumbra que surgen ciertos
indicios de aquello velado detrás de sus pensamientos, sueños, deseos
y actuaciones. El campo transferencial es la clave para que la escu-
cha analítica logre un cambio sustancial y aminore el sufrimiento y
1 La editora Mariana Payrá aprobó este artículo. Este se enmarca en el proyecto Psi-
coanalistas migrando a la comunidad, primer premio en la categoría Asuntos Humani-
tarios, de la Asociación Psicoanalítica Internacional (Lisboa, 2025).
2 Gabriela Pollak Schwartz es miembro de .
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mal-estar del paciente. Dentro de un encuadre establecido, se enmar-
ca un proceso móvil y uctuante que debe desplegarse, ya que cir-
cunscribe un espacio seguro y contenido para el trabajo analítico.
Así, la intervención psicoanalítica busca facilitar el acceso al in-
consciente, lo que le permite al paciente realizar un proceso de re-
estructuración psíquica que posibilite una mayor comprensión de sí
mismo y un mejor funcionamiento en lo emocional y lo psíquico. Esta
intervención se realiza siempre dentro de un marco ético y técnico ri-
guroso que respeta las necesidades y el ritmo de niños y adolescentes,
en este caso.
EL SUFRIMIENTO DE NIÑOS Y ADOLESCENTES
QUE MIGRAN
Soledad3 es una niña de ocho años inteligente, vivaz y afectuosa.
Los padres consultan dado que se queja de sentirse discriminada. En el
ámbito escolar hay niños que se burlan de ella, de su modo de hablar;
le han llegado a cortar el pelo, ha recibido insultos, se siente hostigada.
Esta escucha se inscribe en el marco de inserción institucional
que sostenemos los psicoanalistas especializados en infancia y ado-
lescencia desde la Asociación Psicoanalítica del Uruguay (), en ar-
ticulación con áreas sociales de la Organización Internacional para
las Migraciones () y Unicef, dedicado a la atención de la población
migrante. La intervención, tanto psicoanalítica como social, busca
crear mejores condiciones para que niños y adolescentes que llegan a
nuestro país puedan insertarse y estabilizarse en un entorno benévolo
y hospitalario. En 2024 se agregó al dispositivo un grupo terapéutico
para adolescentes —que no logró continuidad— y otro para padres,
madres y cuidadores.
El trabajo interdisciplinario con el área social nos permite a los
psicoanalistas trabajar en el mundo interno y de fantasías del niño
3 Para salvaguardar la identidad y preservar el anonimato se modicaron los datos
de la paciente.
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y adolescente sin tener que implicarnos directamente con los datos
de la realidad, que es inhóspita en la mayoría de las situaciones que
abordamos. El área social se ocupa de las dicultades en la inserción
al país de acogida (Uruguay) con el objetivo de encontrar mayores vías
de inclusión, y libera al psicoanalista para que trabaje con el mundo
de la fantasía inconsciente y las angustias más primarias. Se abre allí
un espacio potencial de creación, que promueve conanza y deseo de
cambio.
La escuela y el liceo, núcleos centrales del proceso educativo e
integrador al medio, acogen tanto a los niños, niñas y adolescentes,
como a sus familias. Se busca construir un entorno continente que
promueva un bagaje de experiencias que enriquezca el acervo cultu-
ral de quienes se incorporan a ellas. De este modo, promueven la for-
mación integral de pequeños y jóvenes para que logren incluirse en
la sociedad en la cual se van a desenvolver. Los psicoanalistas, desde
nuestro lugar, al hacer equipo y aunar esfuerzos con el área social,
buscamos que el entorno sea mayormente hospitalario y que no re-
pitan la exclusión que, como marca indeleble, viene acompañando a
estos pequeños.
Las comunidades educativas reciben una población variada. Niños
y adolescentes migrantes se insertan en sus aulas e intentan formar
parte de grupos que, en muchos casos, están constituidos desde hace
tiempo. Luego de un largo periplo de desarraigos —cambios perma-
nentes e inestabilidad emocional, lo que conlleva duelos en oportuni-
dades de una profundidad inenarrable—, llegan al ámbito educativo
con ansias de recuperar la estabilidad perdida, aquella lograda en otro
tiempo y lugar, en su país de origen. Llegan con el anhelo de reencon-
trar coetáneos, de retornar a una vida más próxima a la esperable para
un niño de su edad.
Las familias migrantes pasan por diferentes y crudos momentos
vitales. Primero son emigrantes: pierden sus referencias de vida, su
familia, sus amigos; se lanzan a una travesía plena de temores, a me-
nudo marcada por períodos de silencio y soledad, mientras preparan
y ejecutan la partida. Los niños y adolescentes,expectantes ante las
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decisiones de los adultos, captan que algo sucede, que se juegan deci-
siones de las que no se les habla y sobre las que no se les informa, lo
que hace que vivan en una gran incertidumbre.
Comienza luego la travesía; a veces, con destinos marcados a prio-
ri; otras, lanzándose al camino en busca del mejor lugar para estable-
cerse. Esto, nuevamente, depende de los adultos.Este periplo puede
durar días, semanas e incluso años, hasta que encuentran un lugar
donde arraigarse. El sufrimiento y el duelo permanentes que conlleva,
atravesados por el temor persecutorio de ser estafados, sentirse ex-
cluidos, extranjeros,viviendo situaciones de extrema pobreza, ponen
a prueba un aparato psíquico en construcción, que necesitaría de una
estabilidad suciente para lograr un crecimiento fértil.
En muchas oportunidades, se encuentran con grupos humanos,
instituciones y sociedades que actúan repetidamente el rechazo hacia
lo diferente, a lo desconocido. De este modo, niños y adolescentes vi-
ven, una y otra vez, la sura con lo conocido-familiar —que les ofrece
seguridad, armonía y comodidad— y encuentran una realidad de ex-
clusión, discriminación y marginación.
Soledad llega, así, a la consulta con una inserción escolar que la
hace sufrir. Encuentra dicultades para ser aceptada en la escuela a
la que debe incorporarse tras la última mudanza de su familia. La di-
rectora no quiere aceptar la inscripción, la maestra ya tiene un gru-
po complejo y siente que la inclusión de esta pequeña acentuaría el
desorden que ya no logra controlar. Tanto Soledad como su familia se
sienten eyectados.
Estos niños y jóvenes, además, en general permanecen muy solos.
Con padres agobiados frente a la dura realidad que implica la inser-
ción social, económica y laboral, se ven compelidos a funcionar como
resguardo para ellos. Las condiciones de vivienda dieren dramática-
mente de las del país de origen. Parten de casas amplias, a veces ro-
deadas de naturaleza y animales domésticos, que abandonan con do-
lor, para llegar a pensiones o cuartos donde comparten cocina y baño
con otras familias.
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Adultizados prematuramente, se les solicita en demasía que es-
tén pendientes y realicen tareas hogareñas y de crianza, lo que deja
escaso espacio para sus actividades lúdicas. Dado que los tiempos de
estructuración psíquica no son lineales, los espacios educativos y re-
creativos son, entonces, lugares indispensables que propicien en estos
niños y adolescentes la plena producción de entramado simbólico.
Sin embargo, muchas veces, los pequeños que recibimos no se sien-
ten bien acogidos. No logran adaptarse al nuevo entorno ni a las con-
diciones de vida, y no se sienten incluidos en sus grupos de referen-
cia.Sienten en vilo su subjetividad, que queda comprometida por la «no
pertenencia», lo que afecta su estructura identitaria.Es todo un trabajo
elaborativo lograr la inserción en un ámbito cultural tan diferente, en
el que deben construir un sentimiento de identidad. En este proceso,
maestros y profesores cumplen un rol fundamental en la inclusión so-
cial y académica del niño y adolescente al brindar herramientas para
afrontar situaciones de la vida. No desconocemos que, para el grupo
que recibe, también es un desafío importante que debe ser considerado.
En muchas ocasiones, el grupo o la institución actúa la fantasía
de rivalidad, celos, envidia ante las capacidades, saberes y pericia atri-
buidas a los «nuevos». Esto suscita un sufrimiento que, como en un
círculo vicioso, le hace sentir angustias, tanto confusionales como per-
secutorias y depresivas, al niño-adolescente migrante recién llegado,
quien no encuentra la bienvenida que anhela y necesita.
Soledad venía migrando desde los tres años. Salió de su país de ori-
gen junto con la familia ampliada —padres y algunos abuelos y tíos—
y se radicaron por algunos años en Brasil, donde el cambio de idioma
supuso un obstáculo importante para su interacción social por fuera
de la familia. En ese país nació una hermanita y la familia cambió de
vivienda y de escuela en varias oportunidades. Allí se sintió discrimi-
nada y excluida; tanto ella como su madre utilizan la palabra xenofobia
para describirlo. En Uruguay, este sentimiento de discriminación se
mantuvo: surgieron dicultades en su inscripción escolar, así como
comentarios de la directora, de maestras y de compañeros que la ais-
laban y lastimaban. Apareció un sentimiento de desesperanza difícil
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de comunicar, salvo mediante el llanto, sobre una base depresiva que
intentaba contrarrestar con mecanismos hipomaníacos.
Tal vez, a los espacios de inclusión que reciben migrantes les re-
sulta difícil reconocer que los cambios que atraviesan estos niños los
dejan al borde de angustias innombrables. A veces, basta que algún
compañero les marque la diferencia —porque no comprenden una
palabra, porque se burlan de su acento o forma de hablar, o por sus
saberes distintos— para que la herida se reabra.
ALGUNOS ELEMENTOS TEÓRICOS PARA PENSAR LAS
CUALIDADES DEL DOLOR POR LA MIGRACIÓN
Las vivencias que no logran elaborarse y reelaborarse, y enrique-
cer así la capacidad simbólica, quedan in-metabolizadas y producen
trastornos y síntomas, al decir de Bleichmar (2008). Esta autora, que
trabajó por mucho tiempo en situaciones de crisis social, distingue
el trastorno del conicto. El trastorno da cuenta de fallas en la cons-
titución del psiquismo, cuyo origen es intersubjetivo. Esto es porque
el psiquismo se crea en relación al otro primordial, aquel que asiste
frente al desamparo e indefensión del infans ante las dicultades del
mundo. Otro sentido tiene la manifestación netamente sintomática,
que ubica el conicto a la interna de la tópica; es intrasubjetivo y tiene
otro estatuto e inscripción en el psiquismo.
En niños y adolescentes en pleno proceso de crecimiento y con un
aparato psíquico abierto a lo experiencial, la realidad deja marcas e ins-
cripciones provenientes del exterior. Así, el universo de las diferencias
emerge prematuramente e impacta en el necesario trasfondo ilusorio
de fusión sin suras, donde lo homogéneo y especular congura el cam-
po narcisista necesario en los inicios de la vida. Este momento vital se
reactualiza una y otra vez en la búsqueda de otro que sienta y piense
igual, que reeje, que sincronice su deseo con el del niño, que no altere
la ilusión de una armoniosa unidad totalizadora. Se trata de modos pri-
marios de eludir el sentimiento de pérdida, carencia y separación.
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Los niños y adolescentes que recibimos no logran pasar por esa
experiencia, necesaria como campo fértil para un crecimiento psíqui-
co y simbólico suciente. Proceden de una serie interminable de he-
chos traumáticos: al perder su vivienda, su barrio, su escuela, experi-
mentan una ruptura en su continuidad existencial. Y para defenderse
de angustias muy primarias, presentan muchas veces un repliegue
narcisista y conductas elocuentes, en un intento reiterado de que los
adultos visualicen su dolor psíquico.
En el caso de Soledad, el entorno, por su inestabilidad, no aporta-
ba la suciente seguridad para una metabolización intrínseca de las
angustias. Por lo tanto, es posible que la denición de trastorno con-
viva, en algunos aspectos, con los síntomas que predominan en gran
parte de su funcionamiento subjetivo. Tanto los psicoanalistas como
los profesionales del área social manejamos que sus dicultades son un
llamado de atención ante tanta carga emocional imposible de proce-
sar, con el temor de caer nuevamente en la indefensión y en la angus-
tia impensable: un modo de funcionamiento temprano del psiquismo
que se repite en momentos de alta tensión, cuando parece imposible
de metabolizar el impacto. En épocas tempranas, es la madre quien,
con su retorno, produce una calma integradora; logra así recuperar los
vínculos de conanza y tranquilidad. Sin embargo, frente a adultos
exigidos en demasía por una realidad inhóspita, estos niños no en-
cuentran la calma; al contrario, se les solicita, de forma apremiante,
que no sean un problema más para los adultos.
El entorno del niño es un mosaico de experiencias: la escuela, la
familia, los amigos; cada pieza contribuye a su crecimiento. Cualquier
evento de discriminación por extranjería reabre un sentimiento de-
fensivo de retracción narcisista, la desconanza se instala con mayor
fuerza, el sufrimiento no logra ser manifestado, ese niño pierde nue-
vamente asidero.
Más adelante, el niño encuentra en el entorno un registro expe-
riencial y logra incorporar las semejanzas y diferencias que hacen a
situaciones vividas y percibidas en sus inserciones. Esto habilita el re-
conocimiento de lo que nos hace humanos: el plano de identicación
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con el otro semejante, pero también la alteridad, la noción de que el
otro es otro, es diferente y tiene mucho para aportar y compartir.
Un aparato psíquico bombardeado por estímulos que desacomo-
dan pone en juego mecanismos de defensa para su preservación; tra-
tará de evacuar la sobrecarga energética que produce el trauma en
un intento de aislar lo que es vivido como perturbador. En ocasiones,
puede dar la impresión de que una depresión se abre camino de for-
ma imparable, manifestando la pérdida de ilusión y esperanza en un
futuro reparador. Un ejemplo elocuente aparece en el documental de
Netix La vida me supera (Haptas y Samuelson, 2019), que aborda la
experiencia de migrantes que llegan a Suecia y esperan la documenta-
ción para permanecer en dicho país. Este audiovisual cuenta historias
de familias que llegan con sus niños y adolescentes habiendo salido
de sus países de origen por situaciones de guerra, crisis sociales y eco-
nómicas. Luego de travesías complejas, al llegar a Suecia se insertan
en calidad de refugiados hasta que logran ser aceptados legalmente y
permanecer en el país. El tiempo pasa, la absorción no carece de con-
secuencias y, frente a las dicultades e incertidumbres que viven, los
niños y jóvenes entran en una especie de coma que no logra ser expli-
cado por los médicos desde el punto de vista orgánico. El documental
muestra que esta reacción está directamente asociada a la desespe-
ranza. Lo llaman síndrome de resignación. Cuando la familia recupera la
esperanza, el niño o adolescente, como una caja de resonancia, logra
recuperarse.
Soledad presentó en algunas circunstancias padecimiento de índole
orgánica, que su madre relaciona directamente con eventos de xenofo-
bia y discriminación: ciertos dolores corporales, ebre, el no lograr le-
vantarse de su cama, no tener fuerzas para levantar los brazos. Ha esta-
do hospitalizada por días, sin que los médicos pudiesen encontrar causa
física para tal manifestación somática. Estos malestares físicos fueron
trabajados en la intervención psicoanalítica en la modalidad habitual
del trabajo con niños —sesiones de juego—, hasta lograr espaciarse. Se
sumó, además, una modalidad de entrevista familiar, con sesiones que
incluían a los padres y a la hermanita. Este modo de intervenir en la
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situación de Soledad resultó muy eciente, dado que produjo cambios
importantes en el entorno, que rápidamente hicieron eco en la niña.
Cada niño, niña y adolescente precisa ser sostenido para que la
imprescindible inscripción de heterogeneidad sea recogida en el ám-
bito en el que se inscribe. Sin embargo, en muchas oportunidades se
encuentran con un mundo portador de un pensamiento único, que no
da cabida a la diversidad y a la inclusión.
Ingresar a grupos y ámbitos educativos implica la capacidad de
adaptarse y realizar transacciones en lo social. La creatividad solo po-
drá emerger y hacer jugar el conicto entre aquello que aparece como
representante de lo diverso y la posibilidad de renuncia a algunas me-
tas del narcisismo individual.
Winnicott (1979) utiliza el término experiencia cultural para nomi-
nar una ampliación de los fenómenos transicionales que pasan a for-
mar parte de la cultura, cuyo acervo reside en la tradición heredada.
Las poblaciones migrantes, al ser recién llegadas, requieren de un pro-
ceso de adopción mutuo. Suelen manejar un conocimiento limitado
de las posibilidades que ofrece el país de acogida, lo que se ve acre-
centado por un sentimiento de desarraigo que diculta la integración
de lo traído del país de origen con lo encontrado en el nuevo medio.
Esta amalgama de experiencias debe propiciar un reacomodo subje-
tivo que es rechazado, a veces, por grupos de compañeros y, en otras
oportunidades, por la familia migrante misma.
Tomar en cuenta todos estos elementos, que tocan la sensibilidad
y las angustias tan tempranas, y que toman como escenario el ámbito
educativo, requiere de un trabajo paciente, compasivo y comprensivo.
Amalgamar lo intercultural constituye un desafío para la institución
educativa, que debe lidiar con momentos de fuerte discriminación ha-
cia el extranjero, episodios de xenofobia, desequilibrios en cuanto a
la estructura por edad y sexo, así como la introducción de una mayor
diversidad política, lingüística y religiosa.
El rol del psicoanalista es restituir al sujeto que sufre cierta in-
dependencia para que pueda situarse de mejor forma respecto de sí
mismo, ante sus compañeros y en sus inserciones sociales.
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EL ENCUADRE EN LA INTERVENCIÓN PSICOANALÍTICA
Quisiera resaltar los principales elementos que facilitan la crea-
ción de una situación analítica, ya que la intervención psicoanalítica
en su especicidad rescata el papel del encuadre, la transferencia,
el trabajo de interpretación y construcción que se lleva a cabo en el
encuentro. El encuadre tiene una función doble, puesto que permite
liberar el proceso, pero también establece límites en la interacción
entre el paciente y el analista. De esta manera, como estructura acti-
va, incluye varios elementos necesarios para imponer límites (Green,
2005). Por ello, resulta crucial denir un contrato que especique de-
talles como la cantidad y duración de las sesiones, la frecuencia, las
fechas de vacaciones, entre otros, para acotar lo que circula libremen-
te en el proceso, que es de corta duración en estos casos. No obstan-
te, es importante tener en cuenta que estos elementos del encuadre
pueden variar según las circunstancias del proceso analítico. Cuando
se trabaja con niños, adolescentes, personas con psicosis o en un con-
texto grupal, se deben ajustar los límites a las características de cada
situación. Si bien la frecuencia y el tiempo de trabajo se establecen a
priori, es posible lograr una mejoría, sobre todo en la sintomatología
más ruidosa del padecer. Aunque la modalidad de trabajo es suma-
mente dúctil, los límites siempre están presentes, pues cumplen con
la función de contener y, a la vez, promover una tercerización necesa-
ria para el proceso.
Con Soledad y su familia, agradecida, nos despedimos de la inter-
vención psicoterapéutica lograda. Los pasos a seguir para el siguiente
año formaban parte de las metas que la familia se había impuesto
como logro para que el entorno y el ambiente en el que crecían las
niñas fuese más cuidado y propicio, y que respetaran, sobre todo, los
espacios y tiempos de cada uno de ellos. Fue una intervención que
aunó el esfuerzo de un equipo conformado por profesionales del área
social (que intervinieron en la búsqueda de una vivienda adecuada
para el núcleo familiar, así como en el sostén institucional para que
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Soledad se sintiera más amparada en espacios que le correspondían)
y el trabajo clínico.
En la consulta, Soledad desplegó todo su potencial y dio cuenta, a
través del juego, el dibujo y la comunicación dialógica, de sus malesta-
res y sufrimiento. Se preguntó sobre ella misma, se interrogó acerca de
sus modos relacionales, modicó estilos y comunicó mejor a los adul-
tos su sentir. Así me lo hizo saber Soledad en la sesión de despedida,
abrazo mediante. Y también lo expresaron sus padres en la entrevista
de devolución, cuando agradecieron el cambio que se había visualiza-
do en Soledad.
APERTURAS
Este cierre graticante renueva el intercambio acerca de las posibi-
lidades que tenemos, como psicoanalistas, de intervenir en ámbitos que
aparentan ser muy lejanos a nuestra práctica habitual, lo que resulta
muy benéco y enriquecedor para los niños y adolescentes —quienes
logran un proceso de subjetivación y reelaboración—, tanto como para
los analistas.
Nuestro desafío es poner en juego la creatividad en la interdisci-
plina, para que aliviar el dolor psíquico sea posible.
* * *
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Intervención psicoanalítica en infancias migrantes: dolor, desamparo y subjetivación
Gabriela Pollak Schwartz
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