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Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica, 6(2), julio-diciembre 2025, pp. 47-63.
ISSN: 2730-4833 (papel), 2730-4957 (en línea). DOI: 10.53693/ERPPA/6.2.3
medio, apoyada en el avance de las neurociencias para desplazar las
explicaciones psicogenéticas de las patologías de salud mental, en pos
de tratamientos de remisión sintomática cuyo único mecanismo es la
aplicación de medicamentos. Bajo esta lógica imperante, la enferme-
dad subjetiva pasa a ser un obstáculo a suprimir y se deja de lado su
capacidad (d)enunciativa del proceso interno y la realidad relacional
de un sujeto (Carpintero, 2011).
Del mismo modo, el autor plantea que, a pesar de la utilidad epi-
demiológica que presentan los manuales psiquiátricos difundidos por
la mayoría de la comunidad (DSM-IV y DSM-V, CIE-11), mediante su
uso el individuo es etiquetado con un diagnóstico psiquiátrico que ig-
nora su singularidad y, por lo tanto, la posibilidad de realizar un tra-
bajo interdisciplinario que aborde los aspectos de la vivencia subjetiva
de su patología. Sin embargo, el éxito de tales mecanismos de medica-
lización no se debe solamente a la aplicación de lógicas mercantiles de
costo-benecio en las intervenciones, sino que también se apoya en la
demanda de los pacientes que, acordes al tiempo hipermoderno de la
inmediatez, «reclaman que sus síntomas psíquicos tengan una causa-
lidad orgánica, ya que al depositar la ilusión en una pastilla evitan el
camino de la resolución del conicto» (Carpintero, 2011, p. 12).
Siguiendo dicho proceso, al reducir el malestar subjetivo a su sin-
tomatología y esta a una etiopatogenia biologicista taxativa, dichos
malestares deberían ser atendidos únicamente por los médicos, psi-
quiatras o neurólogos, no por equipos de distintas disciplinas, y sin ne-
cesidad de intervenciones psicosociales ni involucrando activamente
a los sujetos, sus familias y comunidades en los tratamientos. Algunos
colectivos de psiquiatras (y psicólogos), apoyados en esta producción
subjetiva disciplinaria, llegarían a oponerse a la existencia de «pseu-
doequipos interdisciplinarios» que, a su entender, no serían necesarios
para las intervenciones en salud mental y anularían la necesaria espe-
cicidad de cada disciplina (Carpintero, 2011).
Estas lógicas marcan zonas de jurisprudencia y, por lo tanto, de po-
der o jerarquía para los profesionales dentro de los equipos de salud.
Contrario a esto, desde el paradigma de la complejidad y la intervención