Submitted: 6/24/2025
Accepted: 9/12/2025
Recebido: 24/6/2025
Aceite: 12/9/2025
Recibido: 24/6/2025
Aceptado: 12/9/2025
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica, 6(2), julio-diciembre 2025, pp. 47-63.
ISSN: 2730-4833 (papel), 2730-4957 (en línea). DOI: 10.53693/ERPPA/6.2.3
Para citar este artículo / To reference this article / Para citar este artigo
CASAL, P. (2025). Interdisciplina: producciones subjetivas que interpelan los dispositivos
clínicos.
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica, 6
(2), 47-63. DOI: 10.53693/
ERPPA/6.2.3
Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional (CC BY 4.0)
INTERDISCIPLINA: PRODUCCIONES
SUBJETIVAS QUE INTERPELAN
LOS DISPOSITIVOS CLÍNICOS
INTERDISCIPLINE: SUBJECTIVE PRODUCTIONS
THAT CHALLENGE CLINICAL DEVICES
INTERDISCIPLINARIDADE: PRODUÇÕES SUBJETIVAS
QUE INTERPELAM OS DISPOSITIVOS CLÍNICOS
Pablo Casal
Facultad de Psicología, Universidad de la República
Montevideo, Uruguay
Correo electrónico: pablogabrielcasal@gmail.com
ORCID: 0000-0002-6428-0561
Resumen
La creación de un Sistema Nacional Integrado de Salud propició la inserción de
psicoanalistas, tradicionalmente abocados a la práctica privada, en nuevos espacios
laborales, con modalidades de trabajo novedosas y realizando intervenciones interdis-
ciplinarias. Este modelo epistémico ha recibido diversos niveles de resistencia, por lo
que se ha mantenido la vigencia de visiones positivistas y biologicistas sobre la salud
mental. En consecuencia, se puede observar momentos de encuentro y de desencuentro
que revisten las prácticas cotidianas de una psicología clínica que, en el siglo , poco
hace de trabajar aislada. En este artículo se reexiona en torno a la interdisciplina, sus
consecuencias en las producciones subjetivas que generan intervenciones diversas.
Palabras clave: intervención, psicoanálisis, subjetividad.
Abstract
The creation of a National Integrated Health System enabled the incorporation
of psychoanalysts—traditionally dedicated to private practice—into new
work settings, with novel modes of practice and engaging in interdisciplinary
interventions. This epistemic model has encountered varying levels of resistance,
leading to the persistence of positivist and biologicist views on mental health. As
a result, moments of both convergence and divergence can be observed in the
daily practices of a clinical psychology that, in the 21st century, rarely operates in
isolation. This article reects on interdisciplinarity and its consequences on the
subjective productions that emerge through diverse interventions.
Keywords: intervention, psychoanalysis, subjectivity.
Resumo
A criação de um Sistema Nacional Integrado de Saúde facilitou a inserção de psica-
nalistas, tradicionalmente dedicados à prática privada, em novos espaços de trabalho,
com modalidades de trabalho inovadoras e realizando intervenções interdisciplinares.
Esse modelo epistêmico recebeu vários níveis de resistência, pelo que se manteve a
vigência de visões positivistas e biologistas sobre a saúde mental. Consequentemente,
é possível observar momentos de encontro e de desacordo que revestem as práticas co-
tidianas de uma psicologia clínica que, no século XXI, pouco trabalha de forma isolada.
Este artigo reete sobre a interdisciplinaridade e suas consequências nas produções
subjetivas que geram diversas intervenções.
Palavras-chave: intervenção, psicanálise, subjetividade.
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INTRODUCCIÓN*1
La creación del Sistema Nacional Integrado de Salud () en
2007, a través de la Ley 18.211, marcó un hito en la atención sani-
taria uruguaya. Con él se reorganizó el sistema de salud tanto en el
sector público como en el privado, con el objetivo de garantizar una
cobertura universal para todos los habitantes del país. Dicho avance
propició la inserción de psicólogos y psicoanalistas en nuevos espacios
del sistema sanitario. Indudablemente, los cambios en las prácticas
conllevan una revisión de los modelos teóricos y de las herramientas
disciplinares, que se vieron expuestos a una nueva realidad en donde
el marco institucional tomó protagonismo. En este escenario, la actua-
lización técnica frente a las complejas problemáticas contemporáneas
se volvió un imperativo ético profesional.
A partir de la creación del Plan de Implementación de Prestaciones
en Salud Mental en el Sistema Nacional Integrado de Salud (Ministerio
de Salud Pública, 2011) se establecen inicialmente los modos de in-
tervención en que los profesionales de la salud mental (psicólogos,
psicoanalistas, psiquiatras y asistentes sociales) desarrollarán sus
abordajes en el marco del . En ese sentido, la legislación vigente
sobre el sistema sanitario privilegia el trabajo interdisciplinario, que
se constituye como un marco conceptual epistémico y una modalidad
de trabajo que tradicionalmente no formaba parte de las prácticas co-
tidianas ni de la formación de los psicoanalistas, hasta el momento
abocados a la práctica privada, principalmente. La transformación de
las intervenciones hacia un enfoque interdisciplinario ha sido promo-
vida por las distintas leyes y políticas públicas que orientaron el tra-
bajo de los equipos de salud en la etapa inicial, así como por norma-
tivas posteriores, como la Ley de Salud Mental, N.o 19.529 (2017) y el
* La editora María Eugenia Noble aprobó este artículo.
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Plan Nacional de Salud Mental 2020-2027 (Ministerio de Salud Pública,
2020).
Resulta relevante plantear que existe cierta polisemia o dicultad
en concretar una denición de interdisciplina, ya que suele entenderse
como una organización sistemática de teorías, métodos e instrumen-
tos nucleados por un objetivo común. En la actualidad pueden encon-
trarse varias deniciones, dependiendo de su contexto de producción
(Stolkiner, 1999). En este marco, se vuelve pertinente analizar algu-
nas deniciones sobre la temática y sus implicaciones en la clínica
psicológica.
SOBRE LAS DISCIPLINAS
Quizás para acercarse a la noción de interdisciplina es necesario
volver un paso atrás. Morin (1994) reere a la disciplina como una ca-
tegoría organizacional creada en el contexto del conocimiento cientí-
co. Se vincula a la subdivisión de dominios pertinentes a la ciencia y,
por lo tanto, a la especialización del trabajo cientíco. Esta modalidad
de organización disciplinaria comienza a difundirse con la formación
de las universidades modernas en el siglo . Se puede entender, en-
tonces, que las disciplinas tienen una historia: nacimiento, institu-
cionalización y evolución, y que esta historia se inscribe en la de la
universidad, que a su vez está inscripta en la historia de una sociedad
y de una cultura particular (Morin, 1994). De esta manera, se puede
comprender que el paradigma reinante en el mundo académico gene-
re modos de abordaje cientícos particulares, con consecuencias en
el corpus teórico y en el accionar de las distintas disciplinas y, por lo
tanto, en las interacciones que puedan generarse entre ellas.
Najmanovich (2015) recurre a la metáfora de la fusta, también lla-
mada disciplina, que es un látigo de una o varias cuerdas usado para
la morticaciónpor algunas órdenes religiosas para asegurar la adhe-
rencia a un código. Con esta imagen advierte que la institución disci-
plinaria conlleva un riesgo que encarna en el cuerpo del investigador,
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quien tiende a cosicar su objeto de estudio, olvidando que es extraído
o construido de forma articial.
Los planteos de ambos autores muestran que las posturas dis-
ciplinares construyen maneras predeterminadas de comprender la
realidad y los fenómenos que en ella ocurren (incluso se desechan
algunos), a partir de sus propios preceptos, intereses y desarrollos his-
tóricos. Este es uno de los desafíos más importantes que enfrenta la
actual noción de salud integral del sujeto, ya que cada disciplina suele
considerarse a sí misma como la que mejor percibe al objeto (la salud)
y presenta un saber más completo sobre él. Lograr instaurar un pen-
samiento complejo que permita ver al sujeto en una forma global y
no parcializada resulta un problema de fundamento biopolítico, cuyas
consecuencias se viven en las prácticas sanitarias y, en ocasiones, ge-
neran modos de producción de subjetividad particulares.
SOBRE LAS PRODUCCIONES SUBJETIVAS
Por su parte, el concepto de subjetividad también remite a varias
deniciones. En el psicoanálisis actual suele utilizarse para esbozar la
complejidad de la construcción del psiquismo, que resulta irreductible
a los procesos intrapsíquicos, ya que el concepto da cuenta de la inte-
racción de estos en relación con cuestiones intersubjetivas y transub-
jetivas (Bleichmar, 2005).
Según González Rey (2008), la noción de conguración subjetiva per-
mite articular condiciones materiales y simbólicas de existencia y da
relevancia a la inuencia de las instituciones sociales que canalizan
el proceso de socialización de los sujetos y le brindan posibilidades
singulares de vincularse con otros y con el mundo. Los sentidos sub-
jetivos —entendidos como unidades simbólico-emocionales que se or-
ganizan en la experiencia social de la persona— no son exclusivos de
las experiencias de vida individuales, sino que constituyen las interac-
ciones que se dan en los diferentes espacios de vida social del sujeto.
Desde esta perspectiva, los individuos funcionan como microsistemas
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portadores, en su subjetividad y conductas individuales, de los efectos
colaterales de otras instituciones que los atraviesan en su subjetividad
social. El autor reere:
La separación de lo individual y lo social no permite ver que la orga-
nización psíquica individual se desarrolla en la experiencia social e
histórica de los individuos, y tampoco permite considerar cómo las
acciones de los individuos […] se asocian a nuevos procesos de trans-
formación de las formas de vida y organización social. (González Rey,
2008, p. 229)
A su vez, se agrega que estos sentidos subjetivos se encuentran
congurados en torno a relaciones de poder, códigos y valores domi-
nantes en los espacios sociales en que fueron transmitidos, por lo que
afectan de distintas maneras las relaciones que puedan establecer
los sujetos. Las representaciones sociales constituyen parte de la cul-
tura y toman la forma de múltiples códigos, normas, habilitaciones
y prohibiciones en las que la cultura se expresa. De esta manera, la
transmisión e inscripción de las representaciones sociales constituyen
verdaderos procesos de subjetivación social y amparan «el ejercicio de
ciertas formas de poder, la forma en que elementos históricos apare-
cen en políticas actuales, las consecuencias de ciertos discursos sobre
determinados sectores de la población» (González Rey, 2008, p. 241).
Con base en el desarrollo anterior sobre el carácter histórico-situa-
do de las disciplinas, estas representaciones sociales no se encuentran
aisladas de su contexto histórico. Cada sociedad, en cada época, va a
pautar y ocuparse de moldear aquellos aspectos que considera nece-
sarios en la constitución de los sujetos que creerá aptos para incluirse
en su interior. De este modo, la producción de subjetividad es el meca-
nismo mediante el cual las sociedades determinan las características
constitutivas que un sujeto debe tener para ser plausible de integrarse
a sus sistemas e instituciones, en un lugar que le es otorgado y prede-
terminado (Bleichmar, 2005).
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Este concepto hace eco de la ya clásica denición de contrato nar-
cisista, desarrollada por Aulagnier (1975), en la cual se plantea que el
grupo familiar, como primer espacio de socialización, debe brindar al
individuo las condiciones en que el sujeto podrá advenir y convertirse
en ser social. Este contrato tendrá una doble implicancia en la que
todos ganan algo: el sujeto es criado, se hace de un lugar en la vida
social al adquirir un conjunto de normas y habilitaciones prescriptas;
y la familia adquiere un portavoz que repite su discurso de origen,
su ideología, su misión constitutiva original, y que la mantendrá viva
cuando los adultos actuales ya no puedan hacerlo (Aulagnier, 1975).
La autora plantea que este tipo de contrato es implícito y constitutivo
del psiquismo humano como un nivel primario de apuntalamiento, lo
que denota una notoria similitud con el concepto de subjetividad en su
vertiente individual y, a su vez, social. Sobre ello, la autora reere:
El discurso social proyecta sobre el infans la misma anticipación que
la que caracteriza al discurso parental: mucho antes de que el nue-
vo sujeto haya nacido, el grupo habrá precatectizado el lugar que se
supondrá que ocupará, con la esperanza de que él transmita idénti-
camente el modelo sociocultural. (Aulagnier, 1975, p. 159)
Otro elemento importante para pensar el efecto de la producción
de subjetividad (inscripta en la forma del contrato narcisista) sobre la
conducta del sujeto y su desarrollo intrapsíquico es lo que Aulagnier
(1975) llamará el enunciado del fundamento del grupo social. Con este se
reere a una fórmula constituida por enunciados construidos como
míticos, sagrados o cientícos, que comparten una exigencia de certe-
za: cierta ideología o teoría sobre los fundamentos de lo social, que lle-
va a los sujetos a interactuar con el mundo tal cual se ve a través de la
imagen ideal que le brinda dicha teoría. Este será el discurso que el su-
jeto deberá repetir como portavoz cuando sus antepasados ya no pue-
dan hacerlo y que la sociedad le exigirá como mandato, para lo cual
le otorgará al Yo el derecho de exigir su lugar y reconocimiento como
parte del conjunto y —de forma no menor— de excluir al contradictor
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que rechaza la convicción compartida por el grupo (Aulagnier, 1975).
La construcción de la historicidad propia estará ligada a la narrativa
particular que el sujeto logre constituir, dentro las posibilidades que
le sean habilitadas en la producción de subjetividad sostenida por la
sociedad de la que forma parte.
En relación con la noción de que cada producción de subjetivi-
dad corresponde a una época concreta —ya que apunta a construir a
los sujetos que le serán pertinentes para su subsistencia—, aparece el
aporte de Agamben (2011) sobre la contemporaneidad. En una rein-
terpretación del término, el autor planteará que el verdadero sujeto
contemporáneo no será aquel que se amolda a su tiempo y coincide
con las verdades que el discurso social de su época le brinda y exige. Al
contrario: contemporáneo se conformará quién, gracias a su inactuali-
dad y anacronismo, será «más capaz que los otros de percibir y aferrar
su tiempo» (Agamben, 2011, p. 18).
Esta atípica relación de desfasaje con el propio tiempo en que se
vive le permite al contemporáneo adherirse a él, pero, en simultáneo,
tomar una distancia óptima para reconocer luces y oscuridades de la
época. Estas suelen constituir puntos ciegos para quienes, en términos
de Aulagnier (1975), comparten y deenden el enunciado fundamental
del grupo social. Precisamente, la capacidad de desprenderse, hasta
cierto punto, del propio discurso social del cual se es portavoz como
consecuencia de la producción de subjetividad habilitará una mejor
interpretación de los acontecimientos que trascurren en la actualidad
del sujeto y de los procesos históricos-políticos que llevaron hasta ese
momento (Agamben, 2011). Esto incluye también las tradiciones, los
discursos y las prácticas en referencia a ciertas temáticas e imagina-
rios compartidos dentro de una misma disciplina y transmitidos en-
tre profesionales de generación en generación. Mediante este proceso,
cada disciplina marca los límites internos de cuáles problemas es ca-
paz de construir como su objeto de estudio y cuáles intervenciones le
son posibles, lo cual es siempre un recorte parcial de la realidad.
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INTERDISCIPLINA Y COMPLEJIDAD
Podría establecerse cierto paralelismo entre los conceptos trabaja-
dos y lo que algunos autores reeren sobre el surgimiento de la inter-
disciplina como consecuencia directa del abordaje crítico de la reali-
dad. Sobre esto, Stolkiner (2005) expresa lo siguiente:
La interdisciplina nace, para ser exactos, de la incontrolable indisci-
plina de los problemas que se nos presentan actualmente. De la di-
cultad de encasillarlos. Los problemas no se presentan como objetos,
sino como demandas complejas y difusas que dan lugar a prácticas
sociales inervadas de contradicciones, imbricadas con cuerpos con-
ceptuales diversos. (p. 1)
Por tanto, podría pensarse que para llevar adelante el movimiento
epistémico que se aleja de la denición tradicional del objeto acabado
pero parcial, para lograr pararse desde una metodología interdiscipli-
naria multicausal, resulta necesario convertirse en contemporáneo en
términos agambianos. Es decir, ser capaz de sostener el pensamiento
crítico sobre la propia disciplina y las formas de producción de sub-
jetividad que esta lleva adelante durante el tiempo en que se vive.
Reconocer la incompletitud de la propia disciplina y sostener este «no
saber» implica una renuncia narcisista, cuya resistencia se relaciona
con lo que algunos autores denominan egocentrismo intelectual y
hermetismo del pensamiento, que se protege y repliega para evitar ser
cuestionado desde otras perspectivas (Stolkiner, 2005).
De allí la necesidad de desarrollar una capacidad reexiva en tor-
no a las propias prácticas mientras estas se llevan a cabo, pensando en
sus diversas implicaciones en términos de biopolítica y en las conse-
cuencias que tengan sobre la vida cotidiana de los sujetos (biopoder).
Sin embargo, tanto a nivel local como internacional, el modelo epis-
témico que viene a plantear el trabajo interdisciplinario ha recibido
diversos grados de resistencia, por lo que las prácticas positivistas y
biologicistas en relación con la salud mental siguen estando presentes
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en el medio. Esto permite observar los momentos de encuentro y des-
encuentro que revisten las prácticas cotidianas de una psicología clí-
nica que, en el siglo , difícilmente pueda sostenerse en aislamiento.
PRÁCTICAS EN LOS EQUIPOS DE SALUD
A continuación, resulta pertinente para este desarrollo traer los
aportes de Carpintero (2011) sobre el estado actual del poder en el
campo de la salud mental, particularmente sobre los procesos de me-
dicalización de la vida cotidiana, que emergen como formas actuales
de producción subjetiva nacidas de una disciplina y resultan en mo-
dos de vivir y hacer con el sufrimiento. Para ello, el autor diferencia en-
tre el acto médico de medicar y los procesos de medicalización social.
Respecto al primero, rescata la cualidad instrumental del fármaco en
los equipos interdisciplinarios, ya que, en casos necesarios, habilita a
trabajar con el padecimiento subjetivo (Carpintero, 2011). Los proce-
sos de medicalización, por otra parte, reeren a las lógicas políticas y
económicas que intervienen en la mercantilización de las tecnologías
médicas y farmacológicas y determinan aspectos de la vida individual
y los cuerpos, que quedan sometidos al poder médico, pero cuyo n
último se pervierte en generar ganancias (Carpintero, 2011).
En los procesos descriptos se redenen aspectos del vínculo salud-
enfermedad y se resignican escenarios de la vida cotidiana en los
cuales el sujeto se vuelve plausible (y culpable) de enfermar. Bajo esta
lógica, se transforma el estado de salud establecido por la industria
médica como óptimo en un imperativo social con carácter de exigen-
cia, pero donde toda conducta que se desvíe de dicho ideal puede ser
tomada como un trastorno y, por lo tanto, medicado. Carpintero (2011)
reere: «De allí que muchos procesos normales como el nacimiento,
la adolescencia, la vejez, la sexualidad, el dolor y la muerte se pre-
sentan como patológicos, a los cuales se les puede aplicar un remedio
para su solución» (p. 11). En particular, destaca que la psiquiatría bio-
lógica neopositivista ha adquirido una cualidad de hegemonía en el
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medio, apoyada en el avance de las neurociencias para desplazar las
explicaciones psicogenéticas de las patologías de salud mental, en pos
de tratamientos de remisión sintomática cuyo único mecanismo es la
aplicación de medicamentos. Bajo esta lógica imperante, la enferme-
dad subjetiva pasa a ser un obstáculo a suprimir y se deja de lado su
capacidad (d)enunciativa del proceso interno y la realidad relacional
de un sujeto (Carpintero, 2011).
Del mismo modo, el autor plantea que, a pesar de la utilidad epi-
demiológica que presentan los manuales psiquiátricos difundidos por
la mayoría de la comunidad (DSM-IV y DSM-V, CIE-11), mediante su
uso el individuo es etiquetado con un diagnóstico psiquiátrico que ig-
nora su singularidad y, por lo tanto, la posibilidad de realizar un tra-
bajo interdisciplinario que aborde los aspectos de la vivencia subjetiva
de su patología. Sin embargo, el éxito de tales mecanismos de medica-
lización no se debe solamente a la aplicación de lógicas mercantiles de
costo-benecio en las intervenciones, sino que también se apoya en la
demanda de los pacientes que, acordes al tiempo hipermoderno de la
inmediatez, «reclaman que sus síntomas psíquicos tengan una causa-
lidad orgánica, ya que al depositar la ilusión en una pastilla evitan el
camino de la resolución del conicto» (Carpintero, 2011, p. 12).
Siguiendo dicho proceso, al reducir el malestar subjetivo a su sin-
tomatología y esta a una etiopatogenia biologicista taxativa, dichos
malestares deberían ser atendidos únicamente por los médicos, psi-
quiatras o neurólogos, no por equipos de distintas disciplinas, y sin ne-
cesidad de intervenciones psicosociales ni involucrando activamente
a los sujetos, sus familias y comunidades en los tratamientos. Algunos
colectivos de psiquiatras (y psicólogos), apoyados en esta producción
subjetiva disciplinaria, llegarían a oponerse a la existencia de «pseu-
doequipos interdisciplinarios» que, a su entender, no serían necesarios
para las intervenciones en salud mental y anularían la necesaria espe-
cicidad de cada disciplina (Carpintero, 2011).
Estas lógicas marcan zonas de jurisprudencia y, por lo tanto, de po-
der o jerarquía para los profesionales dentro de los equipos de salud.
Contrario a esto, desde el paradigma de la complejidad y la intervención
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interdisciplinaria, se considera que es en la interacción entre las dis-
ciplinas donde se puede visualizar la existencia de un imaginario que
trae cada profesional respecto a la disciplina del otro (Stolkiner, 1999).
La interdisciplina sería la colaboración y diálogo entre varias discipli-
nas para alcanzar un nuevo conocimiento que las elude por separado
(Stolkiner, 2005). No se propone un borramiento de las especicidades
disciplinarias, sino una colaboración producto de la imposibilidad in-
dividual de resolver un problema desde una única mirada. Involucra
intercambio y cooperación, e incluso afrontar la problemática del po-
der disciplinar en el seno del propio equipo interdisciplinario.
SOBRE LAS RESISTENCIAS DE LA TEORÍA
Por su parte, algunos autores plantean que el psicoanálisis tampoco
está exento de este cerramiento sobre la propia disciplina y de la aplica-
ción de lógicas que pretenden, en un movimiento contratransferencial
defensivo, negar las representaciones sociales actuales y sostener una
supuesta ahistoricidad de la teoría: «la permanencia de nosografías an-
ticuadas, la patologización y el olvido de la singularidad del / de la ana-
lizante en benecio de una teoría generalizadora» (Ayouch, 2020, p. 18).
En una epistemología de la diferencia se plantea que la diferencia
sexual y, por ende, la producción psicoanalítica que se basa en una in-
mutable diferencia sexual supuestamente constitutiva del psiquismo,
devienen en desigualdad social. La reproducción en espacios clínicos
psicoanalíticos de un marco heteronormativo basado en la necesidad
social de reproducción sexuada y un binarismo que deende la (su-
puesta) complementariedad entre lo femenino y lo masculino propug-
na la asimetría de poder presente en la organización social (patriar-
cado), que impregna las teorías psicoanalíticas tradicionales dado su
contexto de origen.
Sobre esto, Ayouch (2020) va a referir que las producciones subje-
tivas que surgen de un grupo de psicoanalistas autoproclamados au-
toridades sobre el funcionamiento «inalterable» del aparato psíquico
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caen en el terreno de la dogma y psitacismo, y le brindan a la pobla-
ción sus preferencias e ideologías personales como «clichés vulgares
revestidos de metapsicología eterna. Se ven así transformados/as en
expertos/as de las modalidades correctas de subjetivación, sabios/as
de la ley psíquica y ortopedistas del género y la sexualidad» (Ayouch,
2020, pp. 15-16). Cuando estas producciones subjetivas pasan a valer
como saber psicoanalítico o académico, crean sentidos en la población
que los incorpora como válidos y resultan en un acto de violencia de
género perpetuado por los propios profesionales sobre sujetos con di-
versas posiciones de género y sexualidad, que ya padecen estigma y
discriminación socialmente en su vida diaria (Ayouch, 2020).
Resulta interesante que el autor analice estos hechos en relación
con la pedagogía negra que Freud señala en el padre del presidente
Schreber. Ayouch (2020) declara que, en algunos casos, se intenta me-
diante el psicoanálisis —pervertido en adoctrinamiento— remodelar a
algunos sujetos disidentes de la producción de subjetividad mayorita-
ria, en pos del bien común, conteniendo sus diferencias particulares.
En este sentido,
El psicoanálisis, o más bien ciertas teorías y prácticas llevadas en su
nombre, se vuelven entonces educativos: denen categorías jas que
pretenden formatear la a-moralidad del inconsciente y garantizar
una subjetivación «normal» […]. Cierta práctica y teoría del psicoa-
nálisis parte de una transformación de la ley moral en ley cientíca
y se asigna la misión de reparar a los individuos que se han desviado
de su objetivo «biológico». (Ayouch, 2020, pp. 20-21)
Más allá de las consecuencias que estas normas tienen sobre la
identidad y la expresión sexual de los sujetos, el autor reere que el
impacto de dichas prácticas construye discurso-realidad también so-
bre las diferencias étnicas, culturales o lingüísticas, con lo que recu-
bre y reproduce relaciones de poder presentes en el mundo occiden-
tal, que delimitan el posicionamiento social y psicológico de sujetos
y sus formas de sufrimiento. Sobre esto, Ayouch (2020) vinculará al
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psicoanálisis con el concepto foucaltiano de biopolítica como modo de
organización de la población, que determina producciones subjetivas,
vivencias personales y prácticas profesionales singulares. Asimismo,
hará alusión a la función psi como modo sustitutivo de disciplina-
miento del sujeto, mediante la reproducción teórica y aplicación téc-
nica de un saber-poder médico productor de verdad. Y menciona que,
según Foucault, el psicoanálisis se ocuparía de sacar este discurso
de lo asilar, para reconstruirlo también en otros espacios de la vida
(Ayouch, 2020).
Como respuesta a esto, se plantea que la forma del psicoanáli-
sis de evitar caer en el ocio normalizador de la función psi aparece
en abrazar su cualidad híbrida. La propia identidad del psicoanálisis
no reere a lo estático e inalterable, sino más bien a lo híbrido. En la
fundación del psicoanálisis está presente la noción de exterioridad, la
integración de diversas disciplinas dispares (literatura, antropología,
arte, losofía, medicina y física, entre otras) que, articuladas, consti-
tuyen un nuevo enfoque heterogéneo en consonancia con la deni-
ción de interdisciplina trabajada anteriormente. De esta manera, la
hibridación conceptual del corpus teórico psicoanalítico, que se nutre
constantemente de otros discursos (disciplinares o no, como las artes,
el cine y la literatura), es lo que atestigua su dimensión propiamente
psicoanalítica: su vínculo necesario con la extimidad. Esta particulari-
dad está en la denición del objeto de estudio del pensamiento analíti-
co, lo cual lo aleja conceptualmente de cualquier proceso de medicali-
zación, patologización de lo singular y normalización de la disidencia.
En palabras de Ayouch (2020),
El psicoanálisis no presenta, en denitiva, ningún saber jo, consti-
tuido, inscrito en clasicaciones, en una etiología convencional y una
nosografía diferencial. La hibridez fundamental que va desarrollan-
do revela los límites del control médico y de la dominación de los
cuerpos e identidades —«normales» y «patológicos»— por el saber
médico. (pp. 111-112)
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ISSN: 2730-4833 (papel), 2730-4957 (en línea). DOI: 10.53693/ERPPA/6.2.3
El concepto de contemporaneidad, desarrollado anteriormente, se
vuelve imperativo para pensar las producciones subjetivas actuales
que rodean al ejercicio clínico, desde una perspectiva crítica que con-
temple la dimensión histórica y los discursos de poder en los que los
propios psicoanalistas están inmersos e invisten. De todas formas,
Ayouch (2020) deja abierta la pregunta de cómo la teoría y la clínica
psicoanalíticas pueden dar cuenta de estas nuevas subjetivaciones sin
supeditarlas al modelo de subjetivación mayoritaria de una población
y sin generar una nueva «normalidad».
REFLEXIONES FINALES
Como respuesta al paradigma de la complejidad aparecen cam-
bios en la noción de salud como objeto de intervención acabado, de-
nido y recortado por cada una de las disciplinas que intervienen
sobre él. Desde una visión de la salud integral, y debido a los pade-
cimientos singulares de las producciones de subjetividad que apare-
cen hoy en la clínica psicoanalítica, emerge la interdisciplina como
postura epistemológica y un método de trabajo enfocado en dise-
ñar estrategias complejas para problemas complejos. Esto viene, a
su vez, apoyado por cambios regulatorios en la actividad profesional
de los psicólogos, cuya inserción en el sistema sanitario como inte-
grantes de equipos de salud multidisciplinarios impulsa el trabajo
interdisciplinario.
Sin embargo, las lógicas de producción de subjetividad enfocadas
en la domesticación del sujeto, la medicalización y patologización de
la vida cotidiana bajo lógicas biologicistas y de mercado siguen pre-
sentes en las sociedades actuales. El psicoanálisis no se ve exento de
esto, ya que algunos de sus representantes perpetúan prácticas que
pretenden un carácter ahistórico de la teoría, que reduce al sujeto a
una modalidad de constitución intrapsíquica desconectada del con-
texto de producción en el que surgen las lógicas de poder operantes
en las producciones de subjetividad.
62
Interdisciplina: producciones subjetivas que interpelan los dispositivos clínicos
Pablo Casal
Las narrativas identitarias hoy se ven atravesadas por tecnologías
médicas, de comunicación, que requieren de la reexión del clínico
que comparte este contexto con el paciente, pero que necesita volver-
se un contemporáneo capaz de problematizar las producciones subje-
tivas que denen a los sujetos en términos de salud y enfermedad en
su propia época. Esto lleva a un proceso de revisión de la vigencia de
herramientas teórico-técnicas y de los dispositivos de atención clínica.
Para ello, la historia de creación del psicoanálisis revela su cua-
lidad híbrida/interdisciplinaria, capaz de nutrirse de los aportes de
otras disciplinas, pero también de otros saberes y discursos no dis-
ciplinarios, como pueden ser el cine, las series y la literatura como
reejos culturales de las subjetividades contemporáneas disidentes.
Como plantea Bleichmar (2005), los problemas clínicos que imponen
las subjetividades actuales nos invitan al trabajo —cada vez más ne-
cesario— de sostener los paradigmas clásicos, pero logrando despren-
dernos del lastre.
* * *
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