EN LOS BRAZOS DE MORFEO:
LOS SUEÑOS DESDE LA PERSPECTIVA
PSICOANALÍTICA RELACIONAL
IN THE ARMS OF MORPHEUS: DREAMS FROM A
RELATIONAL PSYCHOANALYTIC PERSPECTIVE
NOS BRAÇOS DE MORFEU: OS SONHOS A PARTIR DA
PERSPECTIVA PSICANALÍTICA RELACIONAL
Stella Maria Barrios Blanc
Asociación Uruguaya de Psicoterapia Psicoanalítica
Montevideo, Uruguay
Correo electrónico: barriosstella@gmail.com
ORCID: 0000-0002-3201-7494
Recibido: 24/7/2025
Aceptado: 19/9/2025
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica, 6(2), julio-diciembre 2025, pp. 101-121.
ISSN: 2730-4833 (papel), 2730-4957 (en línea). DOI: 10.53693/ERPPA/6.2.6
Para citar este artículo / To reference this article / Para citar este artigo
BARRIOS BLANC, S. M. (2025). En los brazos de Morfeo: los sueños desde la perspectiva
psicoanalítica relacional.
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica, 6
(2), 101-121.
DOI: 10.53693/ERPPA/6.2.6
Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional (CC BY 4.0)
Submitted: 7/24/2025
Accepted: 9/19/2025
Recebido: 24/7/2025
Aceite: 19/9/2025
Resumen
Este artículo aborda un aspecto de la práctica psicoanalítica que reere a las he-
rramientas con que intervenimos en la clínica. Propone interrogarse desde dónde pro-
vienen. Se centra en los sueños tanto del paciente como del analista, y su utilidad en la
experiencia terapéutica. Revisa cómo se conciben los sueños después de Freud y explora
aportes del psicoanálisis relacional y de autores que han contribuido a pensarlos, traba-
jarlos y darles utilidad clínica de otro modo. A través de la ejemplicación personal de
un sueño con un paciente, revelador de nuestra humanidad compartida, se reexiona
sobre la complejidad del psicoanálisis y la centralidad de la experiencia relacional como
motor de nuevas aperturas.
Palabras clave: psicoanálisis relacional, sueños, intersubjetividad, mutualidad,
emociones.
Abstract
This article addresses an aspect of psychoanalytic practice related to the tools we
use in clinical intervention, inviting reection on their origins. It focuses on the dreams
of both patient and analyst, and their usefulness within the therapeutic experience. The
paper reviews how dreams have been conceived after Freud and explores contributions
from relational psychoanalysis and other authors who have offered new ways of
understanding, working with, and clinically applying dreams. Through the personal
account of a dream involving a patient—revealing our shared humanity—it reects on
the complexity of psychoanalysis and the centrality of the relational experience as a
driving force for new insights.
Keywords: relational psychoanalysis, dreams, intersubjectivity, mutuality,
emotions.
Resumo
Este artigo aborda um aspecto da prática psicanalítica que se refere às ferramentas
com as quais intervimos na clínica. Propõe questionar de onde vêm tanto os sonhos do
paciente quanto os do analista, e sua utilidade na experiência terapêutica. Analisa como
os sonhos são concebidos após Freud e explora as contribuições da psicanálise relacional
e de autores que contribuíram para pensá-los, trabalhá-los e outorgar utilidade clínica
aos sonhos de uma forma diferente. Através de exemplos pessoais de um sonho com um
paciente, revelador da nossa humanidade compartilhada, reete-se sobre a complexidade
da psicanálise e a centralidade da experiência relacional como motor de novas aberturas.
Palavras-chave: psicanálise relacional, sonhos, intersubjetividade, reciprocidade,
emoções.
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UNA PREGUNTA INICIAL1
¿Es posible pensar un proceso analítico sin tener en cuenta el fun-
cionamiento de la pareja analítica? Desde 1960, los Baranger, al de-
sarrollar su concepción del espacio psicoanalítico, subrayaron la im-
plicación inevitable del analista como coprotagonista de la situación
psicoanalítica en el tratamiento individual. El modelo de campo, en-
tendido como construcción común, incluye tanto el proceso de trans-
formación de la estructura como de quienes la constituyen.
En la perspectiva relacional, la implicación del analista cobra re-
levancia. Barale y Ferro (1993) proponen que el analista debe recoger
en su contratransferencia las proyecciones del paciente, para elabo-
rarlas, vivirlas, transformarlas. Desde este enfoque, cada análisis con-
gura un inconsciente relacional, que construye una interacción de
regulación mutua y de reconocimiento mutuo (Benjamin, 2012). Varios
autores consideran que, si bien el inconsciente relacional es un concep-
to afín al de terceridad (Ogden, 2014), no supone una tercera entidad,
sino más bienun proceso dinámico intersubjetivo. En esta línea, De
Souza y Anfusso (2017) consideran que en el tratamiento psicoanalíti-
co paciente y terapeuta coconstruyen patrones no verbales implícitos
o procedimientos de interacción, que generan cambios y amplían las
posibilidades de ambos de hacer, de estar y de vincularse con otros.
Por su lado, Cassorla (2013) parte del principio de que las experien-
cias emocionales se sueñan en un campo intersubjetivo, donde todo lo
que ocurre con un miembro de la díada analítica repercute en el otro.
Este autor plantea que los analistas necesitan implicarse profunda-
mente con sus pacientes para poder vivir aquello que ellos no logran
simbolizar. Este psicoanalista con su visión intersubjetiva plantea que,
en los momentos iniciales, cuando la capacidad de simbolización aún
1 La editora Leticia Pombo aprobó este artículo.
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no se ha desarrollado, las situaciones traumáticas serán externaliza-
das en el campo analítico a través de gestos psíquicos y enactments,
que solamente serán pensados après-coup. Sassenfeld (2020) plantea
que pueden existir sueños que surgen desde el entre paciente y terapeuta
y cuya autoría se convierte en una interrogante interesante.
LOS SUEÑOS EN PSICOANÁLISIS RELACIONAL
Para el psicoanálisis relacional no todos los sueños son cumpli-
miento de un deseo. El sueño no se inscribe en el modelo de la pulsión
y la descarga ni se observa como la satisfacción de los deseos sexuales
reprimidos. No siempre hay, por tanto, un deseo encubierto por descu-
brir. Al decir de Codosero Medrano (2014), «el sueño como un elemento
más entre paciente y analista» (p. 321).
Si bien comparte con el psicoanálisis freudiano que los sueños son
actos psíquicos de pleno derecho y que son la vía de acceso al incons-
ciente, para el psicoanálisis relacional es una vía regia de acceso al
inconsciente procedimental. Este inconsciente prerreexivo tiene que
ver con la formación de la experiencia a través de principios organi-
zadores que operan fuera del conocimiento consciente de la persona
(Font Saravia et al., 2021). Se trata de patrones recurrentes de la vida
psicológica que organizan nuestras experiencias emocionales y estruc-
turan el mundo experiencial; son las formas en que se constituyeron a
partir de la interacción del niño con sus cuidadores; son inconscientes,
pero no están reprimidos. Desde esta perspectiva, el sueño pasa a ser
una experiencia que busca sentido. No se considera la diferenciación
entre el contenido maniesto y el latente, predomina la hermenéutica
de la conanza y se le otorga importancia a la emoción experimentada
en el sueño. El sentido se va congurando a través del diálogo entre
paciente y analista, jerarquizando el contexto del que forma parte el
sueño (díada analítica). Es una coconstrucción de sentido.
En lugar de adoptar una distinción entre los contenidos mani-
estos y los latentes, Fosshage (2016) propone el término contenido del
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sueño, que alude de modo más directo a las preocupaciones del soñan-
te mediante afectos, metáforas y temáticas, sin que ello implique que
el signicado de un sueño sea transparente. Este autor considera que,
así como la persona en vigilia selecciona palabras para promover los
procesos de pensamientos signicativos de sus asuntos, también las
imágenes del sueño son escogidas por su poder evocador y su utilidad
en la construcción del pensamiento en imágenes en que se expresa el
sueño. Se le da un sentido, no una interpretación. Los sueños hablan
su propio idioma, y su signicado en la mayoría de los casos no resulta
evidente. Su mensaje no resulta accesible, y a este carácter esquivo
Fosshage (2016) lo relaciona con una serie de factores que inuyen:
la naturaleza metafórica de los sueños, escasos recuerdos de estos,
falta de claridad en el proceso mismo de soñar, dicultad de entender
el signicado de las imágenes una vez despiertos y la dicultad de
entender al yuxtaponer dos estados mentales diferentes (sueño y vigi-
lia), sumado al contexto intersubjetivo en el que el sueño es contado
y explorado, y que puede resultar poco facilitador. En consecuencia,
es indispensable considerar el contexto del soñante, del sueño y del
análisis mismo, de modo tal que el sentido del material onírico se irá
congurando en el diálogo de paciente-terapeuta y solo tendrá sentido
en ese contexto analítico.
Desde el psicoanálisis relacional, los sueños pueden cumplir va-
rias funciones: comunicación, autorretrato, resolución, homeostasis,
procesamiento de información, consolidación de la memoria y expre-
sión de la motivación de apego, el sentido de vida y la satisfacción de
deseos. Me detendré en algunas de estas funciones.
Función de autorretrato. Se describe el mundo interno del soñan-
te. Fairbain (apud Fosshage, 2016) postula que los sueños son repre-
sentaciones de situaciones endopsíquicas en las que el soñante ha
quedado estancado e incluyen a menudo cómo superar dichas situa-
ciones. Los sueños tienen la función de mostrar el mundo interno y
cómo se relaciona con los demás.
Para Winnicott el sueño es un espacio transicional. En El odio en la
contratransferencia (1979) comenta que durante varios días detecta que
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no está haciendo bien su trabajo con sus pacientes. Su dicultad era
de carácter personal, pero la vinculó con el análisis de un paciente
psicótico, y dicha dicultad se esclareció cuando tuvo un sueño que
él mismo denominó curativo. Si bien alguno de ellos era desagradable,
reconoce que todos ellos le habían señalado su llegada a alguna nueva
fase del desarrollo emocional. En la conferencia Posfacio: D. W. W. sobre
D. W. W. (Winnicott et al., 2009), comenta que durante sus diez años
de análisis con Strachey tuvo sueños que eran distintos de los otros.
No eran sueños para ser analizados, eran la consolidación del trabajo
realizado. Entonces, ¿Winnicott trabaja los sueños como lo hacía con
el garabato?, es decir, encontrando un sentido, pero donde es difícil
deslindar qué es del paciente, qué es del analista y… ¿ qué es de am-
bos? (Forli, comunicación personal, junio 2022). Winnicott presenta el
caso de Alfred, un niño de diez años atendido en consulta terapéutica,
y describe su técnica de acercarse al sueño a través del juego: «uno de
los objetivos de este juego [squiggle] es conseguir que el niño se sienta
cómodo y llegar así a su fantasía y su sueño» (Winnicott, 2008, p. 129).
Para Bromberg (2006) los sueños son estados del self disociados.
El self onírico no es otra persona, es otro estado de esa persona. Los
sueños dan voz, dan palabra a los estados not me, que empiezan a
captarse y pueden ser llevados por el paciente a los estados Yo. Los
estados del self que no han podido desarrollarse quedan disociados
y aparecen en los sueños. En el inconsciente invalidado estarían es-
tos aspectos que no están alojados allí por represión, sino porque no
fueron validados por el entorno, son experiencias que nunca evocaron
una respuesta del entorno, quedan como no yo, se disocian y permane-
cen en el aspecto somático y en los sueños. Sería una experiencia que
no ha tenido lugar en la vida, que por eso ha quedado invalidada y que
busca de alguna manera aparecer.
Función resolutiva. El primero que plantea el sentido de los sueños
como una forma de intentar soluciones a los problemas fue Ferenczi
(1931). Para él todos los sueños e incluso los más desagradables expre-
san el deseo de solucionar las experiencias traumáticas con la nali-
dad de lograr una mejor organización psíquica.
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Función homeostática. El sueño tiende a restablecer el equilibrio
psíquico del self. Kohut (apud Sassenfeld, 2020) propuso pensar que
los sueños tienen una función reguladora y restauradora de la cohe-
sión del self cuando este se ve amenazado por el temor a la fragmen-
tación o disolución.
Fosshage (2016) plantea que «la función principal de los sueños es
el desarrollo, el mantenimiento (regulación) y la restauración de la or-
ganización psicológica junto con la regulación del afecto» (p. 356). Las
imágenes de los sueños necesitan ser determinadas por lo que revelan,
metafórica y temáticamente, y no por lo que ocultan. Propone pensar
que a través de las imágenes del sueño podemos acceder a los patro-
nes relacionales del self del soñante con los otros, así como también
a los aspectos del self que son proyectados en los otros. Contribuye al
aprendizaje.
Función de procesamiento de la información y consolidación
de la memoria. Las investigaciones han demostrado que el sueño
, caracterizado por el predominio de imágenes cargadas afecti-
vamente, es importante en la consolidación de la memoria y en el
afrontamiento de aspectos emocionales (Kuiker y Sikora, 1993, apud
Fosshage, 2016).
Función de regulación de los estados afectivos y de organización
de la experiencia subjetiva. Ya por 1945, Jung «denió el sueño como
autorretrato espontáneo de la situación actual de lo inconsciente en
forma simbólica» (Sassenfeld, 2020, p. 136). También planteó que los
sueños son una experiencia, que no esconden ni disfrazan, no repre-
sentan contenidos sexuales reprimidos. Los consideró fenómenos na-
turales, que no encubren, sino que se esfuerzan por expresar algo que
el Yo no sabe o no comprende (Jung, apud Codosero Medrano, 2014).
Así, los sueños reejan el trabajo inconsciente hacia la salud y la ma-
durez psicológica, y tienen una función biológica compensadora que
ayuda a restaurar el equilibrio psíquico y compensar los décits de
personalidad y de la vida consciente de las personas. Jung también ha-
bló de función prospectiva de los fenómenos inconscientes, como an-
ticipación de acontecimientos que están por venir (Sassenfeld, 2020).
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Función de guardián de la función psicológica. Atwood y Storolow
(2014) plantean que el objetivo último del sueño es la necesidad de
mantener la organización de la experiencia subjetiva. El sueño sería
el guardián de la estructura psicológica. Dicha tarea la realiza a través
de la simbolización. Destacan otras motivaciones para soñar, como
el cumplimiento de deseos o necesidades urgentes. Le dan un nuevo
valor al contenido maniesto, al armar que en él aparecen las con-
guraciones temáticas del self. Este nuevo enfoque de los sueños debe
tener en cuenta la distinción de tres formas de inconsciente: pre-re-
exivo, dinámico e invalidado. Si la concepción de lo inconsciente con
el psicoanálisis relacional tuvo transformaciones, es comprensible
que ocurra lo mismo con la concepción de los sueños y el trabajo
clínico con ellos. Consideran que el sueño constituye una «vía regia»
al inconsciente prerreexivo, a los principios organizadores que de
modo inconsciente coneren patrones y tematizan la vida psicológica
de una persona (Atwood y Stolorow, 2014, p. 76). Entienden que los
sueños son contextuales y que expresan en ocasiones la relación que
se ha establecido en la díada analítica. Toman en cuenta la dimensión
intrapsíquica e interpersonal (el otro reconocido como un self igual y
distinto).
El sueño es un intento de organizar y resolver la vida real cotidia-
na, expresar situaciones traumáticas y angustiantes, tanto internas
como de situaciones externas, y buscan la regulación afectiva, encon-
trar vías de solución y compensar los estados de ansiedad conscien-
tes e inconscientes. También los sueños son una manera de imaginar,
organizar nuestro pensamiento y sentimientos para encontrar nuevas
soluciones.
Con el psicoanálisis relacional, los sueños asisten a un cambio fe-
nomenológico: son considerados una experiencia donde no necesaria-
mente hay algo oculto. No se busca su interpretación, sino su sentido.
Pasan a ser una experiencia que expresa y busca sentido. Muestran las
fuerzas que mueven al psiquismo, observando los diferentes sistemas
motivacionales de la existencia humana, como lo plantean los fun-
dadores de la Asociación Internacional de Psicoanálisis y Psicoterapia
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Relacional Buenos Aires en el capítulo 5 de su libro (Font Saravia et al.,
2021). Desde esta perspectiva relacional de los sueños no hay abso-
lutos, son polisémicos. No expresan solo deseos sexuales reprimidos,
aunque se presenten sueños sexuales explícitos. Tampoco los sueños
son todos transferenciales, sino que aparecen múltiples motivacio-
nes y funciones en la actividad onírica que nos llevan a preguntarnos:
¿para qué se sueña lo que se sueña?, ¿para quién se sueña?, ¿cómo
trabajamos los sueños?, ¿cómo les damos sentido?, ¿qué es un sueño?
Para Bromberg (2006) los sueños son estados del self disociados.
Considera el self onírico como otro estado de la persona, que debe en-
trar en diálogo con los otros estados del self.
Los sueños pueden expresar un material cocreado en la interac-
ción paciente-terapeuta, así como un material dinámico intrapsíqui-
co del pasado. El Grupo de Boston plantea que la capacidad de crear
conocimiento implícito compartido no reside en ninguno de ellos ac-
tuando aisladamente (The Boston Change Process Study Group, ).
El sistema diádico dinámico tiene capacidades emergentes para crear
en los interactuantes formas nuevas e impredecibles de conocimien-
to implícito compartido, nuevos modos de ser juntos cocreados en el
tratamiento.
Los sueños también revelan frecuentemente la motivación de ape-
go, es decir que muestran el tipo de apego y hacen evidente la forma
de estar con otros.
LA ESCENA ONÍRICA DEL ANALISTA
Freud (2007) planteó que los sueños, a través de la satisfacción alu-
cinatoria de los deseos, ofrecen una vía de descarga de energías instin-
tivas que funcionan como guardianas del sueño. También planteó que
cada uno tiene en su propio inconsciente un instrumento con el cual
puede interpretar las comunicaciones inconscientes del otro. Surge,
entonces, una pregunta clave: ¿qué uso podemos hacer de nuestros
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sueños cuando aparece un paciente? Explorar los sueños con el pa-
ciente plantea una gran variedad de interpretaciones psicoanalíticas.
Por largo tiempo los sueños del analista donde aparece su pa-
ciente o conguraciones emocionales relativas a las sesiones fueron
ignorados y entendidos como una implicación excesiva del analista
en su relación con el paciente. En tales casos se recomendaba la in-
terrupción del análisis (Gitelson, apud Barale y Ferro, 1993). Desde la
perspectiva del modelo relacional de psicoanálisis, en cambio, el sue-
ño del analista donde aparece su paciente sería la representación que
se hace de su propia experiencia con relación a su paciente. Este sueño
revelaría cómo modica o incide el trabajo con ese paciente en su self.
Ello constituye, a mi entender, una de las pruebas más contundentes
de la inuencia mutua en el proceso analítico. El análisis esmerado de
tales sueños contribuye a revelar la dinámica inconsciente generada
entre la díada paciente-analista.
En un artículo sobre los sueños del analista acerca de su pacien-
te, Zwiebell (1977) planteaba que generalmente estos sueños se pro-
ducen en un momento de dicultad del análisis. Muestran la función
diagnóstica y terapéutica de los sueños, son muy intensos y ocurren
cuando se ha llegado a un punto difícil y lleno de conicto. Suelen
contener referencias a la situación analítica del momento y condu-
cen al analista al intenso análisis de sí mismo y a analizar la relación
analítica.
Desde una perspectiva relacional del psicoanálisis, Demianchuk
(2016) entiende la situación psicoterapéutica como coconstruída por
el terapeuta y el paciente. Considera los sueños del analista como el
espacio de juego para dos inconscientes, el del analista y el del pacien-
te. Asevera que los sueños son una fuente de información muy valiosa
acerca de lo que ocurre en la terapia, de lo que no ocurre, de lo que es
escindido u oculto y encuentra su forma de comunicación a través de
la producción onírica.
En esta línea, considero que lo que no se puede decir a veces se ex-
presa en el sueño. El sueño brinda gurabilidad a la transferencia. Que
el analista sueñe con su paciente es una manera de pensar en él y en sí
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mismo. El sueño nos hace apreciar algún hecho. Los sueños, tanto los
del terapeuta como los del paciente cuando el otro está incluido en la
escena onírica, dramatizan las relaciones interpersonales mostrando
los lugares que ocupan ambos en sus mundos internos. En ocasiones
pone en escena el fracaso y la herida narcisista que se experimenta en
nuestra práctica.
En algunos casos, el analista funciona como una parte de la psi-
quis del paciente, como una relación de intercambios transicionales
entre una madre y su bebé. Surge la interrogante de si, para que el
sueño del analista tenga efectos clínicos y dinámicos sobre la evolu-
ción del paciente, alcanza con que el deseo inconsciente del paciente
se haya vuelto representable en el pensamiento del analista, quien
sueña por el paciente el sueño que este no puede soñar por sí mismo.
Para Kaës (2001), los sueños del analista poseen un doble sentido:
ser una producción propia del soñante e incluir algo del otro en su
arquitectura. Reconoce que se han investigado escasamente las con-
diciones que posibilitan el sueño contratrasferencial.
En nuestra práctica psicoanalítica, si partimos de una visión del
inconsciente relacional en que la mente inconsciente de uno se comu-
nica con la mente inconsciente del otro, podremos decir que la produc-
ción onírica del psicoterapeuta concierne a la organización psíquica
inconsciente que se desarrolló entre las dos mentes de la pareja pa-
ciente-terapeuta. El sueño es la simbolización de esta. El psicoanálisis
ofrece la posibilidad de trabajar con estas producciones y cambiar la
trama estancada de la díada. El cómo lo hacemos plantea posturas di-
símiles y encontradas. Hay quienes practican la autorrevelación como
intervención analítica legítima. Otros analistas, en cambio, optan por
el trabajo personal, profundo, silencioso y a solas de estas produccio-
nes oníricas que enlazan a ambos (paciente y terapeuta).
Lo cierto es que permanentemente nos movemos en la incerti-
dumbre, buscando en cada caso la manera adecuada de ser analista
para cada paciente. En esa travesía apelaremos a encontrar con pru-
dencia la manera más ecaz de participar, sin perder el tenaz esfuer-
zo de cuestionar permanentemente nuestro hacer para lograr que el
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paciente se sienta mejor consigo mismo, en su relación con los demás
y obtenga una mejor vida.
MI SUEÑO CON UN PACIENTE EN UN MOMENTO DIFÍCIL
DEL PROCESO TERAPÉUTICO
Quisiera detenerme en el fenómeno de soñar con un paciente y
compartir una experiencia personal de mi trabajo clínico. El contex-
to en el que se presenta este sueño corresponde a un momento de
gran dicultad en el proceso terapéutico. Me encontraba atravesada
por la modalidad combativa del paciente, que me producía un estado
de alerta, de incertidumbre, de inoperancia y, por momentos, de rabia
que no lograba calmar.
El paciente que aparece en mi sueño describía en las sesiones he-
chos muy penosos de su vida sin mostrar sus sentimientos y sin dar
cabida a ninguna emoción. La resonancia emocional que experimen-
taba en el vínculo con este paciente me sorprendía como algo inédito
en mi disposición como terapeuta. La fuerza vinculante que me con-
vocaba era descubrir a ese otro que me generaba curiosidad, pero en
la espontaneidad emocional que me surgía sentía que tambaleaba mi
función analítica. ¿Qué estaba volcando en el vínculo con este pacien-
te sin darme cuenta? ¿Qué afectos se me movilizaban o el paciente me
hacía representar?, ¿había sido inducida y reclutada para representar
aspectos de él?
Las sesiones continuaron en un tenor confrontativo y yo me decía a
mí misma: «Ten paciencia». Confundirme con emociones intensas, pro-
vocarme ese estado de alerta, podía ser una estrategia defensiva para
impedirme pensar y no poder averiguar nada acerca de él. ¿Qué podría
descubrir yo o qué podría descubrir él de sí mismo y que, desesperada-
mente, necesitaba ocultar? (Galit, 2023). Él desplegaba actitudes violen-
tas hacia mí, probablemente como reejo de sus experiencias tempra-
nas y de sus principios organizadores de la relación. Sin darme cuenta,
yo me colocaba en el mismo tenor, desaante, a veces combativa, y él
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disfrutaba de ello. Por momentos, me preguntaba si yo estaba deses-
peranzada con él, si no había nada para hacer. Persistía mi interés por
ayudarlo, pero se fue haciendo difícil el camino, me veía invadida por
un estado de alerta en las sesiones, atrincherada esperando los ataques.
Frente a su agresividad, yo le proponía reexionar; podía ser sarcástica,
pero también podía mostrarle que me entristecía lo que le pasaba; él no
toleraba esto y me hostigaba. Conar en alguien era algo no disponible
en sus experiencias de estar con otros.
Fue en este contexto que apareció mi sueño...
Me veo llegando a su ciudad natal en un ómnibus de transporte
público. Bajo y comienzo a caminar para encontrarme con él. Voy ca-
minando sin saber muy bien el camino y llego a un lugar abierto y me
detengo. Allí aparece él, que, sin decir palabra, se aproxima. No hay
palabras, solo miradas. Trato de ofrecer mi ayuda, le doy a entender
que me entregue algo, y lo que recibo es un pote como de crema para
el cutis, grande, de tapa rosca; lo agarro, lo abro y está vacío. Miro y veo
que mi paciente se va, haciéndome un gesto de saludo con su brazo,
dando a entender que no quería hablar conmigo. Me siento muy frus-
trada y comienzo a caminar rápido para regresar a la capital. Me voy
sin despedirme. Camino enérgicamente hacia la estación de ómnibus.
En el trayecto comienzo a ver gente y en el cruce de una calle veo a un
niño pequeño, de dos o tres años. Va solo y va a cruzar la calle. Lo que
hago es detener mi presurosa marcha y lo tomo de la mano, a ver qué
pasa, si el niño acepta mi ayuda, mi protección, ya que soy una desco-
nocida. El niño, al sentir que lo tomo de la mano, levanta su cabeza y
me mira complacido, permite que yo lo cruce. La madre, del otro lado
de la calle, que no se había percatado del peligro de su hijo, se da vuel-
ta, me mira y sonríe, como agradeciéndome por cuidarlo, y lo agarra.
Yo continúo mi marcha para tomar el ómnibus a la capital.
Llego al lugar para comprar el boleto de regreso, hay bastante gen-
te alrededor de la cabina donde expenden los pasajes. Quiero comprar
un pasaje y el vendedor me dice que solo quedan dos y que no puede
vender solo uno. Me sorprendo por lo que me plantea y siento la impe-
riosa necesidad de regresar a mi ciudad. Al vendedor de los pasajes le
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digo que no puede hacer eso, que me tiene que vender un pasaje y que,
si no lo hace, lo voy a denunciar al Ministerio de Transporte. Alrededor,
los demás supuestos pasajeros me miran, pero nadie deende mi po-
sición. Pienso que el expendedor de pasajes no quiere vender un solo
pasaje porque si luego vienen dos personas para viajar juntas, no lo
pueden hacer. Yo me quedo allí, frustrada, inquieta, y apelando a una
represalia que no produce efectos. Me despierto angustiada y repaso el
sueño para no olvidarlo.
COMENTARIOS
El psicoanálisis relacional nos propone una visión intersubjetiva
del psicoanálisis, donde importa no solo lo intrapsíquico, sino tam-
bién la inducción mutua de ambos participantes de la dupla analíti-
ca. Implica tomar en consideración el contexto (el aquí y ahora) y al
paciente (con quien estamos) sin descuidar observarnos a nosotros
mismos y la relación que creamos con ese paciente. Nos sitúa en un
gran desafío que requiere valentía y prudencia. El enfoque de análisis
se sitúa en la interacción terapéutica y el diálogo inconsciente entre
terapeuta y paciente, y no solo en el mundo interno del paciente. Se
hace necesario entender nuestro inconsciente en articulación con el
inconsciente del paciente, tarea que no gobernamos, ya que no tene-
mos acceso inmediato ni total a nuestro inconsciente. En denitiva,
esta perspectiva intenta trabajar en torno a tres ejes de análisis: el pa-
ciente, el terapeuta y la interacción entre los dos (Chambel, 2023). Así,
mi sueño aparece para mostrar cómo organizo mi propia experiencia
con ese paciente.
La desvalorización que este paciente realizaba mordazmente en
su vínculo conmigo seguramente era la expresión de su visión pesi-
mista del otro, que condice con sus primeras experiencias relaciona-
les. Puedo inferir que se defendió de traumas tempranos al crear un
caparazón narcisista para defenderse del contacto con la triangula-
ridad. Supongo que el contacto es traumático porque el paciente no
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tiene suciente capacidad de simbolización para soportar la alteri-
dad. El control del objeto le funciona como escudo protector. Al decir
de Cassorla (2013), sería una colusión sadomasoquista en la que el
control del objeto es lo más importante. Instaurar una visión pesimis-
ta de los otros le aportaba seguridad en su funcionamiento psíquico
y a la vez le bloqueaba el anhelo de que alguien lo pudiera ayudar.
¿Reproducía sus principios organizadores de la experiencia de estar
con otros? ¿Qué resonancia tuvo en mí? ¿Me conectó con mi inseguri-
dad, ambivalencia, evitación y desorganización?
No podía desarrollar mi función como psicoterapeuta, entendida
no solo como hacer consciente lo inconsciente, sino también como re-
tomar el desarrollo allí donde quedó suspendido. Sentía a mi paciente
como un niño pequeño al que tenía que cuidar, pero en la relación te-
rapéutica se obturaba esa función. Fue entonces cuando llegó mi sue-
ño, en ese momento de dicultad. El pensamiento onírico puede ser
útil para restaurar la organización psicológica y la autocohesión. Yo
sentía que mi esfuerzo por ayudar a este paciente era fútil, lo que hizo
tambalear mi narcisismo tróco, me hizo sentir insegura y amenazó
mi reputación como terapeuta ante la colega que lo derivó. Me sentía
alerta y enfadada con el clima en que se desarrollaban las sesiones. El
vínculo analítico no estaba funcionando como una buena estructura
de acogida.
El estilo comunicacional que se había instalado no era el apropia-
do, difícil de transformar en un estilo complementario. Brandchaft
denomina a estas modalidades acomodación patológica, desarrolladas
en los contextos relacionales en los que uno inconscientemente sa-
crica la realidad percibida-emocional propia, para adoptar aquella
que requiere el otro para mantener un lazo necesario (Doctors, 2018).
En las primeras relaciones con los cuidadores, esta acomodación in-
consciente sirve para mantener la conexión con las guras protec-
toras de las que depende la supervivencia (Doctors, 2018). Me hizo
vivir su experiencia de que nadie lo entiende, porque yo me sentía
del mismo modo, algo que el sueño expresa claramente ante mi par-
tida y mi reclamo del boleto de ómnibus. Las imágenes de los sueños,
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como lo plantea Fosshage (2016), necesitan en ocasiones ser deter-
minadas por lo que revelan metafórica y temáticamente, y no por lo
que ocultan.
Este sueño podría expresar una función prospectiva hacia el futu-
ro como una anticipación del acontecimiento que está por venir, como
un ensayo previo, un esbozo o plan para resolver un conicto. Como
lo muestra la trama de mi sueño, ¿revelaría que no hay viaje analítico
posible? El análisis no puede hacerse con un solo integrante, se nece-
sitan dos, que sean dos para trabajar para uno. ¿Sería una forma de re-
solver esa situación de sentirme inútil? ¿El sueño cumple una función
resolutiva? ¿Escenico que no lo voy a seguir atendiendo?
El sueño ofrece diversas lecturas que encuentran múltiples senti-
dos, personales y de la psicodinámica de la relación terapéutica. Los
sueños del psicoterapeuta también pueden ser una herramienta útil
para el trabajo clínico. ¿Este paciente usa mi psiquis para hacerme
sentir su experiencia temprana perturbadora?, ¿me traslada su self
desgraciado?, ¿necesitaba atacarme para que yo le mostrara que po-
día sobrevivir? ¿Qué es lo que tenemos que hacer para encontrar una
manera adecuada? ¿Cómo incluir estas revelaciones oníricas en el tra-
bajo terapéutico?
REFLEXIONES FINALES
El sueño muestra sus ataques y los míos, y que el análisis es un
viaje de a dos, que con uno solo no es posible. Habla de la mutualidad
de la relación terapéutica.
Little (1957) nos habla de la respuesta total del analista a las ne-
cesidades de su paciente («R»). Es todo lo que un analista dice, hace,
piensa, imagina y experimenta en el curso de un análisis en relación
con su paciente. La «R» resulta de un equilibrio, de una interacción y
de una fusión entre el amor y el odio del analista hacia su paciente.
¿Qué nos motiva para tolerar la dolorosa experiencia en nuestro
trabajo analítico sin perder la capacidad de sentirnos comprometidos,
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manteniendo el interés y la curiosidad por el trabajo clínico?, ¿es la
esperanza? ¿Cómo utilizar esta experiencia onírica?, ¿sería de utilidad
la autodevelación?, ¿acercarme al paciente a través de mi propia vul-
nerabilidad? Esto pone en jaque la seguridad que la técnica psicoana-
lítica clásica nos ofrece.
Como plantea Chambel (2023), el encuentro clínico es inmensa-
mente complejo y la psicoterapia es un complejo sistema abierto con
innumerables variables en interacción. Implica el funcionamiento de
la mente del terapeuta y del paciente, todo lo que se comunica implí-
citamente por ambos: la historia de vida, el aquí y ahora de cada uno,
etcétera. Todas las dimensiones de la relacionalidad humana están
presentes en la díada terapéutica. Podemos incluir también los sueños
del paciente y del analista donde aparecen ambos y que se presentan
durante el proceso terapéutico y nos sorprenden. En este marco, cabe
preguntarse: ¿cuál sería el principal factor terapéutico que ofrecemos
a nuestros pacientes?, ¿son las preguntas, las interpretaciones, los
esclarecimientos y la confrontación?, ¿surgen de las teorías psicoa-
nalíticas que nos acompañan, de nuestra experiencia analítica como
pacientes o de nuestras supervisiones? Estas son herramientas que
tenemos incorporadas en nuestro ser terapeutas, pero quizás no sean
las únicas.
Los analistas relacionales valoran la experiencia relacional que
se construye con el paciente como el principal factor terapéutico.
Consideran y adhieren al cambio de la hermenéutica de la sospecha
por la hermenéutica de la conanza; a la importancia de las neuro-
ciencias; a la creación de un encuadre exible, no jerárquico y demo-
crático, que facilite la libre expresión del paciente; a la realidad de que
no es posible mantener todas las variables controladas; y a la revela-
ción, en el curso del diálogo, de los estados mentales del paciente y del
propio analista.
Me atrevo a pensar que lo transformador para el paciente no es
solo lo que decimos, también importa la sintonización emocional,
que posibilita ofrecer una buena estructura de acogida, que dé lugar
a nuevas experiencias de estar y ser con otros. Teniendo presente el
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concepto de neuroplasticidad (Siegel, 2016), sabemos que se puede dar
origen a nuevos principios organizadores de la mente a través de una
relación humana en un contexto de intimidad intersubjetiva. Según
Siegel (2016), las emociones cobran relevancia, son el motor de las re-
laciones humanas. Son inconscientes y crean un estado de disposición
a la acción. Las emociones son los contenidos y los procesos de comu-
nicación interpersonal al comienzo de la vida, y ellas crean el tono y la
textura de tales comunicaciones a lo largo de la vida. Las emociones
que aparecen en mi sueño son intensas, van desde el miedo en el en-
cuentro, la tristeza por ese niño perdido sin protección y la rabia por
no lograr la atmósfera necesaria para el viaje terapéutico. Al decir de
Little (1957), guardar esta disposición de sentimientos requiere a veces
un duro esfuerzo.
Los sueños a veces son un vehículo útil para mostrar el amor y el
odio experimentados, reorganizarnos, generar nuevas percepciones de
nuestro self y del self del otro, solucionar conictos o problemas apor-
tando nuevas formas de interacción. El escenario onírico del terapeu-
ta puede ofrecer intervenciones terapéuticas. Como clínicos, nuestros
instrumentos somos nosotros mismos. Como nos recuerda Buechler
(2015), tenemos la audacia y la humildad de intentar usar nuestros
propios recursos cognitivos, emocionales e interpersonales para mar-
car una diferencia en la vida de otros.
Soñar es importante. Bienvenidos los bazos de Morfeo.
* * *
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