TEJER LO INCONSCIENTE:
INTERVENCIÓN PSICOANALÍTICA,
SIMBOLIZACIÓN Y EXPERIENCIAS
PSICODÉLICAS
WEAVING THE UNCONSCIOUS: PSYCHOANALYTIC
INTERVENTION, SYMBOLIZATION, AND PSYCHEDELIC
EXPERIENCES
TECER O INCONSCIENTE: INTERVENÇÃO
PSICANALÍTICA, SIMBOLIZAÇÃO E EXPERIÊNCIAS
PSICODÉLICAS
Líber Rodríguez
Facultad de Psicología, Universidad de la República
Montevideo, Uruguay
Correo electrónico: liber.rodriguez83@gmail.com
ORCID: 0009-0000-9140-6767
Submitted: 3/16/2025
Accepted: 9/8/2025
Recebido: 16/3/2025
Aceite: 8/9/2025
Recibido: 16/3/2025
Aceptado: 8/9/2025
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica, 6(2), julio-diciembre 2025, pp. 141-158.
ISSN: 2730-4833 (papel), 2730-4957 (en línea). DOI: 10.53693/ERPPA/6.2.8.
Para citar este artículo / To reference this article / Para citar este artigo
RODRÍGUEZ, L. (2025). Tejer lo inconsciente: intervención psicoanalítica, simbolización y
experiencias psicodélicas.
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica, 6
(2),
141-158. DOI: 10.53693/ERPPA/6.2.8
Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional (CC BY 4.0)
Resumen
Las experiencias psicodélicas han cobrado relevancia en salud mental y plantean
un desafío para el psicoanálisis. Este artículo propone una reexión crítica desde la
escucha analítica, que privilegia simbolización y elaboración subjetiva frente a re-
duccionismos centrados en la sustancia. Estos estados de conciencia requieren de
un trabajo clínico riguroso para su integración. El encuadre analítico, como espacio
transicional, posibilita inscribir lo vivido en la economía subjetiva al evitar tanto la
fascinación acrítica como el rechazo moralizante y sostiene una ética del respeto por
la singularidad.
Palabras clave: intervención, psicoanálisis, representación.
Abstract
Psychedelic experiences have gained relevance in mental health and pose a
challenge for psychoanalysis. This article offers a critical reection from the analytic
listening perspective, privileging symbolization and subjective elaboration over
substance-centered reductionisms. These states of consciousness require rigorous
clinical work for their integration. The analytic framework, as a transitional space,
enables the inscription of the experience into subjective economy, avoiding both
uncritical fascination and moralizing rejection, and upholding an ethics of respect for
singularity.
Keywords: intervention, psychoanalysis, representation.
Resumo
As experiências psicodélicas ganharam relevância na saúde mental e colocam um
desao para a psicanálise. Este artigo propõe uma reexão crítica a partir da escuta
analítica, que privilegia a simbolização e a elaboração subjetiva frente aos reducionismos
centrados na substância. Esses estados de consciência exigem um trabalho clínico
rigoroso para sua integração. O enquadre analítico, como espaço transicional, possibilita
inscrever o vivido na economia subjetiva, evitando tanto o fascínio acrítico quanto a
rejeição moralizante, e sustenta uma ética de respeito pela singularidade.
Palavras-chave: intervenção, psicanálise, representação.
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INTRODUCCIÓN1
En los últimos años, hemos sido testigos de un creciente interés por
las experiencias psicodélicas, ya sea en forma de retiros2 o mediante la
práctica de la microdosicación.3 Este fenómeno ha cobrado relevancia
en el campo de la salud mental y ha generado preguntas cruciales sobre
el lugar que el psicoanálisis puede y debe ocupar frente a estas prácti-
cas emergentes. Como clínico e investigador en psicoterapia psicoanalíti-
ca, reconozco que estas experiencias no son fenómenos periféricos, sino
acontecimientos que interpelan directamente la conguración de las sub-
jetividades contemporáneas.
La práctica clínica se inscribe siempre en un contexto. La vitalidad
del psicoanálisis depende, en parte, de su capacidad para revisar y enri-
quecer sus fundamentos teórico-técnicos a la luz de nuevas experiencias
y desafíos. Las sustancias denominadas psicodélicas —como la psilocibina,
la  o la mescalina— son compuestos que inducen alteraciones signi-
cativas en la percepción, la afectividad y la cognición, generando estados
1 La editora Mariana Payrá aprobó este artículo.
2 Los retiros con hongos psilocibios han sido descritos como eventos cuidadosamente
estructurados en los que los participantes ingieren hongos que contienen compues-
tos psicoactivos —principalmente psilocibina— en un entorno ritual y controlado.
En tales contextos, se señala que las ceremonias suelen ser conducidas por facili-
tadores con experiencia y orientadas a la introspección, la elaboración emocional
profunda y la apertura de procesos de autoconocimiento y sanación psíquica, don-
de se procura un ambiente seguro y continente para la exploración de la conciencia
y la posible resignicación de vivencias traumáticas (Fadiman, 2011). No obstante,
cabe subrayar que estas prácticas no son homogéneas, dependen de la formación
de los facilitadores, del marco cultural y de las condiciones de cuidado, por lo que
el grado de seguridad y sostén subjetivo puede variar de manera signicativa.
3 La microdosicación se dene como la práctica de consumir dosis subperceptua-
les de sustancias psicoactivas, generalmente en cantidades tan pequeñas que no
producen efectos psicoactivos notables. Esta técnica se ha popularizado en la co-
munidad de bienestar y productividad, con el n de mejorar la creatividad y la
concentración (Fadiman, 2011).
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no ordinarios de conciencia.4 El término proviene del griego psyche ‘alma’
y delos ‘manifestar’, y fue propuesto por Osmond (1957) para referirse a
sustancias que permiten la manifestación del alma. Su uso se ha diversi-
cado ampliamente: va desde contextos chamánicos y ceremoniales hasta
espacios clínicos, retiros urbanos y consumos personales, donde su pre-
sencia es creciente.
Es importante señalar que, en la actualidad, estas sustancias man-
tienen un estatus legal variable según la jurisdicción. En Uruguay, su
posesión y distribución continúan estando reguladas y no son parte de
tratamientos autorizados. En este sentido —como se explicita más ade-
lante—, los psicoanalistas no proveen ni promueven el consumo de estas
sustancias, sino que trabajan con lo que los pacientes traen en sus relatos,
habilitando una escucha clínica rigurosa y libre de moralizaciones. Este
artículo propone explorar cómo las experiencias psicodélicas, lejos de ser
fenómenos marginales o incompatibles con el encuadre analítico, pueden
devenir materiales clínicos signicativos cuando son abordadas desde
una escucha psicoanalítica que privilegie los procesos de simbolización.
Para ello, se propone articular dos nociones clave: la simbolización,
entendida como operatoria psíquica central para procesar e integrar lo
vivido, y la neuroplasticidad, concebida como dimensión biológica que po-
sibilita la reconguración de los modos de sentir y pensar. Lejos de una
validación acrítica o una postura dogmática, se busca aquí un enfoque
analítico capaz de sostener la complejidad del fenómeno y sus múltiples
aristas, incluidos tanto sus potenciales efectos transformadores como sus
riesgos y ambivalencias.
4 Tal como planteó Tart (1972), los estados no ordinarios de conciencia constituyen
conguraciones relativamente estables del funcionamiento mental que dieren cua-
litativamente del estado de vigilia habitual. En ellos, la percepción, la afectividad y
la organización del yo se reestructuran de manera tal que el sujeto experimenta el
mundo —y a sí mismo— desde un marco simbólico alterado. Estas experiencias, que
pueden involucrar intensas modicaciones en la vivencia del tiempo, del cuerpo y de
los límites del yo, abren espacios de sentido difíciles de traducir o simbolizar dentro
de la lógica representacional cotidiana del psiquismo (Tart, 1972, p. 1205).
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A través de este recorrido, el psicoanálisis es invitado a abrir una
nueva escucha, no para adaptarse al fenómeno psicodélico, sino para
sostener su apuesta por el sujeto en el seno de experiencias inéditas.
ESTADOS ALTERADOS DE CONCIENCIA Y ENCUADRE
ANALÍTICO: UN DIÁLOGO NECESARIO
La intervención psicoanalítica no puede limitarse a una postura de re-
chazo o validación acrítica frente a las experiencias psicodélicas. Se trata,
más bien, de interrogar su inscripción en la economía psíquica del sujeto.
¿Qué tipo de contenido se moviliza en esos estados? ¿Se trata de mate-
rial inconsciente en el sentido freudiano, de residuos diurnos, de escenas
reprimidas, o de una reorganización simbólica que todavía no encuentra
anclaje representacional?
Los estados no ordinarios de conciencia, como los inducidos por los
hongos psilocibes o la , generan experiencias que muchos pacientes
describen, con gran intensidad afectiva y densidad simbólica, como imá-
genes cargadas, sensaciones arcaicas, vínculos con guras signicativas,
visiones de muerte o renacimiento. Estos fenómenos se aproximan, en
muchos casos, a la lógica del sueño, el delirio o la alucinación. ¿Podemos
leer estas escenas como formaciones del inconsciente? ¿o requieren de
una categoría intermedia —como la de experiencia límite o de lo no simboli-
zado— que habilite otra escucha?
Desde Freud sabemos que el inconsciente no se expresa directamen-
te, sino mediante formaciones de compromiso, síntomas, sueños, actos
fallidos. Las imágenes vividas en experiencias psicodélicas no deben to-
marse como revelaciones ni como verdad sin más, sino como producciones
que necesitan ser trabajadas, elaboradas, puestas a circular en el discur-
so. En este sentido, las experiencias psicodélicas pueden funcionar como
una suerte de activadores del psiquismo primario, al liberar materiales la-
tentes que, sin un trabajo de simbolización, corren el riesgo de quedar
disociados.
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Aquí es donde se vuelve imprescindible recordar que la simbolización
no es un proceso abstracto. Esta se encarna en la escena analítica y en la
forma en que el terapeuta se posiciona frente a lo inefable. Cuando un pa-
ciente relata una visión psicodélica, el analista no interpreta de inmediato
ni ofrece una lectura cerrada, sino que sostiene preguntas que permitan
anudar esa imagen con recuerdos y afectos desplazados. Así, lo que emer-
ge como fragmento encuentra en el encuadre un espacio transicional
para ser dicho, traducido y transformado en relato. Parafraseando a Bion
(1962/1985), en este proceso el analista ofrece su mente como continente
psíquico, capaz de recibir y transformar los contenidos emocionales más
crudos del paciente, facilitando su simbolización y puesta en palabras.
Una pequeña viñeta: M es una mujer joven.5 En una sesión relata una
visión recurrente durante su experiencia con microdosis de hongos psilo-
cibios. Una gura materna, silenciosa, que la observa desde la distancia,
irradiando tristeza contenida. El analista evita interpretar apresurada-
mente y, en cambio, acompaña a M a explorar qué signica esa imagen
para ella, cómo se conecta con recuerdos infantiles y emociones que sue-
len quedar fuera del discurso cotidiano. Esta gura, más que una simple
alucinación, emerge como una escena psíquica cargada de ambivalencia y
falta de simbolización previa. A través del espacio transicional del encua-
dre, M puede ir nombrando y dando sentido a ese material fragmentado,
permitiendo que la vivencia se integre progresivamente en su narrativa.
El dispositivo psicoanalítico —basado en la asociación libre, la aten-
ción otante y la transferencia— se encuentra en una posición privilegia-
da para trabajar con estos fragmentos. No para interpretarlos desde un
saber previo, sino para permitir que adquieran un lugar dentro del propio
entramado psíquico. Ahora bien, no todas las experiencias psicodélicas
son iguales.
La diferencia entre una microdosis (dosis subperceptual que no al-
tera la conciencia) y una macrodosis (que induce estados de concien-
cia intensamente modicados) es fundamental, desde el punto de vista
tanto clínico como teórico. Las microdosis podrían favorecer una mayor
5 Se evita dar datos personales para mantener el anonimato de las personas referidas.
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disponibilidad psíquica, cierta exibilización de las defensas y un desplie-
gue más libre de los procesos asociativos. En contraste, las macrodosis, al
intensicar la experiencia, podrían implicar un mayor riesgo de regresio-
nes masivas, la emergencia de contenidos traumáticos o la aparición de
fenómenos disociativos. Tampoco se trata de prácticas inocuas. Si bien
pueden tener efectos subjetivos valiosos, también existen riesgos de des-
organización psíquica, retraumatización o construcción de signicados
delirantes.
Así, el encuadre, en la línea de Winnicott (1971), trasciende su función
normativa para congurarse como un medio ambiente facilitador que posibi-
lita la emergencia de procesos psíquicos necesarios para la simbolización
y la transformación subjetiva. Este ambiente facilitador se evidencia en la
práctica mediante la disposición exible del setting,6 la actitud receptiva
del analista, la regulación de la distancia emocional y la adaptación técni-
ca para sostener regresiones o material no simbolizado (Schroeder, 2010).
A diferencia de visiones que lo reducen a un conjunto de reglas jas
(Paciuk, 2002), el encuadre se comprende como una intervención viva y
móvil, en la que la conguración del espacio y la calidad de la presencia
analítica, como destacan Rycroft (1956) y Balint (1968), constituyen ya la
primera forma de cuidado. De este modo, el encuadre deviene soporte
para que lo que emerge —ya sea un sueño, una imagen psicodélica o una
fantasía arcaica— pueda inscribirse en la trama discursiva del sujeto y
encontrar un cauce de elaboración, en lugar de quedar atrapado en la
disociación o la literalidad.
No se trata de analizar la experiencia psicodélica como si fuese un
sueño con sentido oculto, sino de habilitar un trabajo de elaboración que
permita integrar la vivencia dentro de la historia del sujeto. En algunos
casos, estas experiencias revelan contenidos reprimidos; en otros, marcan
6 El setting en psicoanálisis se reere al conjunto de condiciones físicas, temporales y
técnicas que delimitan el marco en el cual se desarrolla la sesión terapéutica. Estas
condiciones establecen un espacio seguro y constante que facilita la emergencia y
la elaboración de los procesos inconscientes, contribuyendo a la estabilidad del dis-
positivo terapéutico y al desarrollo del vínculo transferencial (Bleger, 1967; Freud,
1913).
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fallas previas en los procesos de simbolización, que ahora se maniestan
como imágenes sin red simbólica. En todo momento, lo que está en juego
no es el contenido en sí, sino su destino dentro del aparato psíquico.
Desde esta perspectiva, puede pensarse que la molécula de psiloci-
bina no cura ni revela por sí sola, sino que abre una plasticidad neurofun-
cional que habilita nuevos modos de ligadura psíquica. Pero esa ligadura
no se da espontáneamente; requiere de un trabajo de simbolización sos-
tenido en un encuadre clínico, un espacio donde las vivencias puedan
ser habladas, traducidas y entrelazadas con la historia del sujeto. Es el
vínculo con el analista, la transferencia, lo que opera como terreno fértil
para inscribir la experiencia en la economía psíquica. Así, la intervención
se vuelve una forma de tejer sentido allí donde antes había fragmento,
intensidad o desborde. Y ese es el aporte especíco del psicoanálisis: no
prometer la transformación, sino sostener el espacio donde esta pueda
tener lugar.
A lo largo de la historia del psicoanálisis, diversos investigadores ex-
ploraron el uso de sustancias psicoactivas como coadyuvantes en la psi-
coterapia, aunque muchas de estas experiencias fueron luego desestima-
das o silenciadas en el campo. Figuras fundacionales como Ball (1869),
Brierre de Boismont (1845), Bleuler (1920), Jung (1925), Kraepelin (1892) e
incluso Freud (1885) —quien estudió los efectos psicológicos de la cocaína
en su escrito Über coca—, sentaron precedentes de esta exploración. En
el contexto latinoamericano, referentes argentinos como Fontana (1956),
Tallaferro (1956), Alvez de Toledo (1957), Pichón Rivière (1983) y Pérez
Morales (1956) aportaron al diálogo entre psicoanálisis y estados altera-
dos de conciencia, aunque sus contribuciones han sido insucientemente
reconocidas y debatidas en la comunidad psicoanalítica.
Recuperar y revisitar este legado es clave para fortalecer una mirada
clínica rigurosa y crítica, que, sin dejar de considerar los avances neu-
rocientícos y psicofarmacológicos actuales, privilegie la singularidad
del trabajo psicoanalítico en la elaboración y la simbolización de estas
experiencias.
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LA INTERVENCIÓN PSICOANALÍTICA EN LA ERA DE LAS
EXPERIENCIAS PSICODÉLICAS
¿Qué ideas emergen cuando pensamos en la palabra intervención?
Quizás una imagen de acción directiva, de irrupción o de interpretación.
Sin embargo, si vamos a su raíz etimológica, inter-venire ‘venir entre’, po-
demos imaginar algo más sutil, la presencia del analista entre el sujeto
y su experiencia, como un tercero que no clausura, sino que habilita un
espacio para que lo vivido encuentre sentido (Corominas y Pascual, 1980).
En sintonía con esta perspectiva, Muñiz (2023) dene la intervención
clínica como un encuentro interpersonal que
apuesta a promover cambios en la subjetividad mediante la aplica-
ción de un conjunto de técnicas y estrategias especícas que procu-
ran rescatar la singularidad del sujeto […]. Esto es posible a partir del
establecimiento del encuadre y la escucha clínica, que habilita un
espacio para pensar con otro o con otros, e implica la coconstrucción
de interrogantes y la promoción de modicaciones en los posicio-
namientos subjetivos. Esta experiencia subjetivante se desarrolla en
transferencia. (p. 122)
Desde Freud (1915) el inconsciente ha sido concebido como una di-
mensión regida por la lógica del proceso primario, donde el deseo repri-
mido se expresa mediante condensaciones, desplazamientos y formacio-
nes de compromiso. Pero las experiencias psicodélicas no se presentan
bajo la forma de sueños o síntomas elaborados. A menudo emergen como
secuencias fragmentadas, cargadas de intensidad afectiva, imágenes ar-
quetípicas, escenas sin contexto narrativo, sensaciones corporales sin
nombre. ¿Son estas expresiones del inconsciente? ¿o estamos ante otro
tipo de material psíquico que, por su densidad, requiere de nuevos mo-
dos de escucha? El riesgo, tanto clínico como conceptual, es tomar estas
experiencias al pie de la letra: suponer que lo visualizado revela una ver-
dad profunda sin pasar por el tamiz de la simbolización. Pero el incons-
ciente, como recuerda Laplanche (1992), no se revela. Este se interpreta,
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se traduce, se construye en transferencia. Las experiencias psicodélicas
pueden abrir un canal hacia lo primario, lo no dicho, lo traumático inclu-
so, pero no se integran por sí solas.
La intervención psicoanalítica consiste, entonces, en acompañar ese
proceso de ligadura para restituir al sujeto su capacidad de elaborar. En
el contexto actual, muchos pacientes llegan al análisis luego de haber
transitado experiencias intensas con sustancias como la que contiene los
hongos psilocibios o la . No buscan repetir la experiencia, sino enten-
der qué pasó. «¿Lo que vi fue real?», «¿Me ayudó o me desorganizó?», «¿Era
mi madre, un símbolo, una alucinación?». Estas preguntas no buscan una
respuesta correcta, sino una escena en la que puedan ser formuladas.
En todo momento, el analista interviene sosteniendo el encuadre y
escuchando sin fascinación ni rechazo, y ofrece una temporalidad dis-
tinta para lo que fue vivido en la inmediatez de la alteración. En este
gesto, el psicoanálisis brinda algo que ni la neurociencia ni la farmaco-
logía pueden garantizar: un lugar simbólico para lo vivido. Por eso, frente
a la expansión del discurso psicodélico, que muchas veces se presenta
en clave de promesa o iluminación, el psicoanálisis propone otra ética:
no la del acceso a una verdad profunda, sino la del trabajo paciente de
simbolización. Y allí su intervención no es conservadora, sino radical-
mente transformadora: sostiene lo inestable, habita lo informe y ofrece
un borde donde lo fragmentado puede volverse relato.
PSICOTERAPIA PSICOANALÍTICA Y NUEVAS
EXPERIENCIAS
La emergencia de nuevas formas de subjetividad asociadas al uso de
sustancias psicodélicas interpela al psicoanálisis contemporáneo en múl-
tiples niveles. Lejos de ubicarse como una técnica de acompañamiento
psicodélico, el psicoanálisis puede ofrecer una escucha capaz de conte-
ner el impacto de estas vivencias al inscribirlas en una narrativa singu-
lar. No se trata de adaptar el dispositivo al fenómeno psicodélico, sino
de rearmar sus principios en escenarios donde la subjetividad se vuelve
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más lábil, más expuesta a lo informe, más necesitada de procesamiento y
metabolización de la experiencia. El entusiasmo creciente en torno a los
efectos terapéuticos de sustancias como los hongos psilocibios o la  ha
sido acompañado por una apropiación acrítica de conceptos provenientes
de la neurociencia, como el de neuroplasticidad.
La investigación de Carhart-Harris y Friston (2010) sobre la desactiva-
ción de la red neuronal por defecto7 en estados psicodélicos ha sido leída,
en muchos espacios, como una suerte de justicación neurobiológica para
explicar la amplitud de conciencia o el acceso a nuevas conexiones. Sin embar-
go, como señalan Gründer et al. (2024), la plasticidad neuronal no implica,
por sí sola, transformación psíquica. El cerebro puede reorganizarse, pero,
sin la mediación simbólica, esos movimientos corren el riesgo de quedar en
el plano siológico, sin inscripción subjetiva. A su vez, Møller (2008) advierte
que la plasticidad puede ser tanto para bien como para mal y que no toda
reorganización funcional implica mayor integración o bienestar. Desde el
campo local, autores como Apud, Scuro y Carrera, integrantes del grupo
interdisciplinario Arché, de la Universidad de la República, han advertido
sobre los riesgos de este reduccionismo. Apud et al. (2021) plantean que el
discurso biomédico sobre los psicodélicos tiende a neurocentrar el fenóme-
no y desatiende sus dimensiones cultural, contextual y simbólica. Scuro et
al. (2021), por su parte, ha analizado cómo las prácticas rituales indígenas
entienden el efecto de estas sustancias no como efecto de una molécula,
sino como experiencia socialmente mediada, en la que el entorno y la in-
tencionalidad son parte constitutiva. Carrera et al. (2021) ha subrayado la
necesidad de una precisión química y farmacológica, alertando sobre la
falta de regulación en contextos urbanos y el uso de sustancias no identi-
cadas correctamente.
7 La red neuronal por defecto (o default mode network, en inglés) es un conjunto de
regiones cerebrales que se activa preferentemente cuando la mente está en reposo,
sin atención dirigida a estímulos externos, sosteniendo funciones de autorreferen-
cia, narrativa autobiográca y cohesión del sentido de identidad. Su desactivación
parcial durante estados psicodélicos ha sido relacionada con la disolución transito-
ria de los límites yoicos y la emergencia de material psíquico latente (Raichle, 2015).
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En este marco, es necesario evitar tanto la fetichización de la molé-
cula como la descalicación total del fenómeno. El psicoanálisis puede
situarse en un lugar intermedio, no como garante del efecto, sino como
espacio donde el sujeto pueda procesar lo que esa experiencia movilizó.
Asimismo, el discurso que promueve lo terapéutico en estas experiencias
merece ser interrogado. ¿Qué signica que una sustancia sea terapéutica?
¿En qué contexto, con qué marco, con qué acompañamiento? En contex-
tos tradicionales, la sanación es colectiva y simbólica; en retiros urbanos,
a menudo se la asocia a una promesa de bienestar emocional rápido; en
laboratorios clínicos, se la reduce a un cambio medible en escalas de de-
presión. El psicoanálisis, en cambio, sostiene que no hay transformación
sin trabajo subjetivo, sin elaboración de sentido, sin retorno sobre lo vivi-
do. No se trata de negar los efectos posibles, sino de colocar la experiencia
dentro de una temporalidad que permita su metabolización.
El desafío no es solo técnico, sino, sobre todo, ético: sostener un es-
pacio en el que el sujeto pueda dar forma y sentido a lo vivido, sin que-
dar subsumido en un discurso único, ya sea neurocientíco, espiritual
o terapéutico. En estas circunstancias, el psicoanálisis aporta su espe-
cicidad: el de una clínica del sujeto en transferencia, donde lo que se
despliega no se limita a modicaciones neurobiológicas, sino que se ins-
cribe en la experiencia singular del sujeto. Un ejemplo clínico relevante
lo ofrece un reciente caso publicado en el Journal of Psychedelic Studies
(Lichtenstein y Hoeh, 2025), donde un paciente, en el contexto de una
sesión de  (Ketamine-Assisted Psychotherapy), logra resignicar el
vínculo con su padre a partir de una experiencia emocional intensa faci-
litada por el contacto físico con el terapeuta. Esta intervención, cuidado-
samente evaluada por el analista, se inscribe en la lógica del holding win-
nicottiano, permitiendo una regresión contenida que habilita el acceso a
memorias tempranas, hasta entonces escindidas. Según los autores, esta
experiencia facilitó la internalización de una nueva representación del
objeto paterno, sostenida en el campo transferencial, y permitió que lo
vivido se integrara simbólicamente. Este tipo de intervención no depen-
de de la sustancia, sino del posicionamiento ético y clínico del terapeuta,
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que puede acompañar lo inasimilable sin anticiparse a interpretarlo ni
forzar su simbolización.
En el contexto terapéutico, Winnicott (1971) introduce los conceptos de
holding, handling y presentación de objetos (función materna - metáforas de
intervención), los cuales permiten comprender cómo el terapeuta facilita la
integración de la experiencia. El holding hace referencia a la capacidad de
contener emocionalmente al paciente, proporcionándole un espacio seguro
para la elaboración de sus vivencias. El handling, por su parte, implica una
guía activa que promueve la organización de dichas experiencias. Y la pre-
sentación de objetos se relaciona con la manera en que el analista ofrece
elementos simbólicos (representaciones) que le permiten al paciente reor-
ganizar y metabolizar su mundo interno.
Desde la fenomenología, autores como Merleau-Ponty (1945/2006) en-
fatizan que la subjetividad no está separada del cuerpo, sino que se cons-
tituye en la experiencia encarnada (corps propre): «la percepción no es una
mera suma de datos sensoriales, sino una síntesis vivida donde el cuerpo
propio es el punto de anclaje de la experiencia» (p. 90). En la misma línea,
Jaspers (1996) sostiene que la psicopatología debe dar cuenta de los estados
psíquicos desde la perspectiva del propio paciente, considerando sus mani-
festaciones externas y su experiencia interna.
En este sentido, la integración no es solo la reconstrucción de una
narrativa subjetiva, sino la organización de una experiencia vivida que
implica tanto lo simbólico como lo corporal. El sujeto no es únicamente
un relato que se construye mediante la simbolización y la historia, sino
también un cuerpo que se adapta y se estructura en la intersección entre
lo biológico y lo psíquico. La integración supone, entonces, un trabajo tan-
to en el plano representacional como en la constitución de un organismo
que se congura en relación con el otro y con su entorno. En este proceso,
los movimientos transferenciales y contratransferenciales juegan un pa-
pel fundamental, ya que reejan las interacciones que permiten la trans-
formación del paciente, al facilitar la integración y la simbolización de sus
vivencias. Tal como plantea Bernardi (1982), «el psicoanalista ayuda a sus
analizados a desarrollar narrativas sobre la historia de su vida» (p. 77), en
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Tejer lo inconsciente: intervención psicoanalítica, simbolización y experiencias psicodélicas
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un trabajo donde la reconstrucción del pasado ocurre siempre en el aquí
y ahora del diálogo analítico.
DEL CAMBIO NEURONAL A LA INTEGRACIÓN
SUBJETIVA
El auge contemporáneo del interés por las sustancias psicodélicas se
apoya en hallazgos neurocientícos que muestran cómo compuestos como
la psilocibina pueden modular la actividad de redes cerebrales como la red
neuronal por defecto y favorecer estados de neuroplasticidad. Este fenóme-
no ha sido interpretado, en muchos discursos, como una vía directa hacia
la transformación subjetiva. Sin embargo, tal como hemos venido desarro-
llando, el hecho de que haya apertura neurofuncional no garantiza por sí
mismo un cambio psíquico profundo ni estable. El psicoanálisis se encuen-
tra en una posición singular para intervenir allí donde lo neuronal deja
paso a lo narrativo. Su objeto no es la sustancia ni la modicación de la
conciencia, sino la producción de sentido, la inscripción simbólica, el traba-
jo de integración subjetiva.
En este sentido, la experiencia psicodélica puede ser pensada como
una condición potencial —no suciente— para el despliegue de una ela-
boración psíquica que requiere de un marco, un otro y un tiempo de es-
cucha. La intervención psicoanalítica, entonces, no consiste en orientar o
descifrar la experiencia psicodélica, sino en crear las condiciones para que
lo vivido pueda ser dicho, escuchado, gurado y transformado. Es en ese
espacio intermedio —entre la vivencia intensa y la palabra— donde puede
darse el tránsito desde la alteración del sistema neuronal hacia la trans-
formación subjetiva sostenida. Este pasaje no es automático ni está ga-
rantizado. Supone una temporalidad clínica que desafía la inmediatez de
las promesas terapéuticas que a menudo rodean el discurso psicodélico.
En un tiempo donde el imperativo de bienestar amenaza con expulsar
lo disonante, el psicoanálisis recuerda que no hay subjetividad sin con-
icto ni transformación sin simbolización. En este contexto de eferves-
cencia terapéutica, donde el discurso sobre los psicodélicos se encuentra
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a menudo saturado de promesas de «cura rápida», el psicoanálisis insiste
en la complejidad del cambio psíquico. Como señala Shedler (2010), el
verdadero trabajo terapéutico no consiste en la eliminación de síntomas,
sino en un proceso transformacional profundo que implica reorganizar
patrones relacionales, ampliar el acceso al mundo interno y resignicar
el sufrimiento.
Desde esta perspectiva, el rol del analista no es administrar experien-
cias, sino sostener un espacio donde lo vivido —aun lo inefable— pueda
adquirir sentido psíquico. En contraste con los modelos centrados en el
impacto farmacológico inmediato, el psicoanálisis aporta un encuadre
donde el síntoma no es una disfunción, sino una formación que merece
ser escuchada. Y la experiencia psicodélica, lejos de ser una cura mágica,
puede convertirse en un material transferencial y asociativo, si es abor-
dada desde una escucha que privilegie el deseo, la historia y el conicto
del sujeto.
CONSIDERACIONES FINALES
La irrupción de las experiencias psicodélicas en el campo de la salud
mental plantea un desafío y una oportunidad para la intervención psi-
coanalítica contemporánea. Lejos de entender la intervención como una
acción directa o impositiva, el análisis de su raíz etimológica ‘venir entre’
nos invita a repensar la función del analista como un mediador sutil que
facilita la emergencia de nuevos sentidos en el dispositivo terapéutico.
En esta línea, la microdosicación de hongos psilocibios, en tanto
práctica que ha sido asociada con la modulación de procesos neurobioló-
gicos y con un posible incremento de la plasticidad cerebral, podría abrir
espacios potenciales para la reconguración de narrativas inconscientes,
la simbolización y la dinámica transferencial. Integrar esta dimensión re-
quiere de una escucha clínica rigurosa, exible y profundamente humana,
que sostenga el sufrimiento neurótico sin apresurar transformaciones ni
reproducir modelos reduccionistas. El diálogo entre el psicoanálisis y las
neurociencias contemporáneas, junto con una ética del acompañamiento
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Tejer lo inconsciente: intervención psicoanalítica, simbolización y experiencias psicodélicas
Líber Rodríguez
que respete la singularidad de cada sujeto, permiten delinear un abordaje
integrador, donde la experiencia psicodélica no sustituye, sino que poten-
cia el trabajo analítico.
En denitiva, la intervención psicoanalítica en esta nueva era se rea-
rma como un dispositivo complejo, plural y abierto, que debe habilitar el
encuentro con la subjetividad emergente desde una posición de presen-
cia, escucha y reconocimiento profundo del padecer psíquico.
* * *
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