ADOLESCENCIAS: CUERPO, GÉNERO
Y SEXUALIDAD EN LA ESCENA
NO BINARIA
CONVERSACIÓN CON LETICIA GLOCER FIORINI
Mauricio Clavero Lerena
Asociación Uruguaya de Psicoterapia Psicoanalítica
Montevideo, Uruguay
Correo electrónico: maucl2020@gmail.com
ORCID: 0000-0002-896-4222
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica, 6(2), julio-diciembre 2025, pp. 195-217.
ISSN: 2730-4833 (papel), 2730-4957 (en línea). DOI: 10.53693/ERPPA/6.2.11
Para citar este artículo / To reference this article / Para citar este artigo
CLAVERO LERENA, M. (2025). Adolescencias: cuerpo, género y sexualidad en la escena
no binaria. Conversación con Leticia Glocer Fiorini.
Equinoccio. Revista de psicoterapia
psicoanalítica, 6
(2), 195-217. DOI: 10.53693/ERPPA/6.2.11
Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional (CC BY 4.0)
Leticia Glocer Fiorini es médica, psicoanalista y magíster en Psicoanálisis
por la Universidad del Salvador. Es miembro titular en función didáctica de
la Asociación Psicoanalítica Argentina () y profesora de la maestría de
Estudios Interdisciplinarios de la Subjetividad en la Facultad de Filosofía
y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Fue directora del Comité de
Estudios de Diversidad Sexual y de Género de la Asociación Psicoanalítica
Internacional () entre 2021 y 2025; también fue presidenta de la  y di-
rectora de la Comisión de Publicaciones de la  y de la . Ha dictado con-
ferencias y cursos en congresos e instituciones de Argentina y del extranjero
acerca de la condición femenina, de diversidades sexuales y de género, y de
parentalidades actuales, entre otros temas anes. Es autora de los libros La
diferencia sexual en debate (Lugar, 2001) y Lo femenino y el pensamiento complejo.
Cuerpos, deseos y cciones (Lugar, 2015), entre otras numerosas publicaciones.
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INTRODUCCIÓN
En este 2025, el Instituto Universitario de Posgrado de  ha
celebrado sus 20 años con diversas actividades conmemorativas. Entre
ellas, un ciclo de conferencias dedicado al psicoanálisis de género, por
entender que responde a una necesidad de los colegas en formación
y de la comunidad cientíca que nos agrupa. En ese marco, convoca-
mos a la Dra. Leticia Glocer, quien, con su larga trayectoria y múltiple
pertenencia institucional, nos ha trasmitido su propuesta en relación
con las adolescencias y la escena no binaria desde una intervención
psicoanalítica. La alta convocatoria a su conferencia —realizada el 7
de mayo de 2025— nos estimuló a continuar el diálogo en Equinoccio,
con el n de retomar algunos de sus postulados y ampliar otros.
Conversar con la Dra. Glocer es volver a los fundamentos y, a la vez,
ampliar sus perspectivas en relación con los géneros y las diversida-
des sexuales y genéricas. Es, en resumidas cuentas, una invitación a
generar preguntas, esbozar respuestas y multiplicar el interés por una
clínica psicoanalítica situada.
Mauricio Clavero Lerena
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Adolescencias: cuerpo, género y sexualidad en la escena no binaria. Conversación
con Leticia Glocer Fiorini - Mauricio Clavero Lerena
LA CONVERSACIÓN
M C L: Leticia, te agradezco por esta entre-
vista. Te propongo que abordemos algunos aspectos de tu confe-
rencia en nuestro Ciclo de diálogo con psicoanalistas, del Instituto
Universitario de Postgrado de , con motivo de nuestros
20 años. Comienzo, entonces, con una pregunta amplia con el
objetivo de que ocie de disparador para retomar algunos de los
temas planteados en aquel momento. En relación con la pro-
puesta de pensar la adolescencia desde la escena no binaria,
¿cómo es que vienes desarrollando una propuesta psicoanalítica
al respecto?
L G F: Tiene que ver con poder pensar más libre-
mente en las presentaciones subjetivas que se dan en las sociedades
actuales, especialmente en occidente. Asistimos a momentos de cam-
bios en las subjetividades y tenemos que estar atentos a que vivimos
una época de transición cuyo destino no conocemos. Son tiempos de
transformaciones, en continuo movimiento, en el marco de cambios
culturales, legales y discursivos. Hay perspectivas que están cambian-
do en relación con la posición femenina, con lo femenino en general,
y también con las diversidades sexuales y de género. Especialmente,
nos podemos detener en la adolescencia, ya que se suma que es una
condición denida por sus propios cambios. Entonces, acá hay un cru-
zamiento interesante de temporalidades que están en devenir perma-
nente y muchas veces en conicto, tanto en la sociedad como en las
propias subjetividades. Obviamente, el objetivo de estas reexiones
es pensar cómo esto impacta en la teoría y en la clínica psicoanalí-
tica, es decir, cómo se produce nuestro acercamiento a los pacientes.
Entonces, es una oportunidad para explorar estos cambios subjetivos
de una manera abierta, desde un psicoanálisis también abierto, y po-
der explorar cómo este se acerca a las subjetividades.
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M: ¿Has podido trabajar sobre algunas formas posibles
de abordar estas situaciones que planteas?
L: Hay muchas maneras de acercarse, porque están en juego
la teoría, la clínica, sus bases epistemológicas, y porque está en juego
también la posición del analista, es decir, la contratransferencia y las
transferencias de cada analista. Aquí incluyo sus creencias y teorías
privadas, que pueden marcar acercamientos diferentes a estas pre-
sentaciones cuando se dan en el marco de una consulta. El contexto
actual es de una globalización, pero en la que coexisten diversas cul-
turas, religiones, clases sociales, etnias, entre otros grupos. Es decir
que, por un lado, hay fuertes fenómenos de globalización, pero, por
otro lado, hay especicidades con respecto a culturas y subculturas
diversas. A esto se suma que estamos inmersos en mundos virtuales,
un mundo hipertecnológico en el que imperan la informátca, la robóti-
ca, la inteligencia articial, entre otros avances, y el impacto creciente
de los algoritmos, que juegan un papel decisivo en la construcción de
subjetividades a través de las redes sociales. Y, por cierto, la sexualidad
y el género están incluidos en cómo impactan los mundos virtuales en
las subjetividades, ya que las constituyen.
M: Destacas el uso de la tecnología y, si mal no recuer-
do, en el ciclo de conferencias que realizamos con motivo de
los 20 años del Instituto Universitario de Postgrado de ,
también desarrollas la importancia de la biotecnología y la
hipertecnología.
L: Sí. Creo que debemos pensar en el desarrollo de la biotec-
nología. Pero también me reero, en general, a la hipertecnología y a
cómo se abre un espacio que antes no existía y que tiene un lugar en la
subjetividad. ¿Por qué? Porque esto coexiste con una caída de los idea-
les en la sociedad —que eran propios de la segunda mitad del siglo pa-
sado— hacia un desarrollo de un individualismo extremo, que en mu-
chos casos favorece también fenómenos de violencia y discriminación.
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Adolescencias: cuerpo, género y sexualidad en la escena no binaria. Conversación
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Entonces, por un lado, hay avances importantes y, por el otro lado, hay
un choque a través de efectos que tienen que ver con violencia y dis-
criminación. Se dirá que esto es parte de la vida social, pero ¿qué tiene
que ver el psicoanálisis? Sin embargo, esto es lo que nos trae cada
paciente, especialmente los adolescentes. Si nosotros no conocemos el
mundo de la tecnología, si no estamos al tanto de los fenómenos que
producen, positivos y negativos, entonces no podemos entender qué es
lo que pasa en la subjetividad de cada uno. En este contexto, el tema
que yo propongo pensar, y que vengo trabajando desde hace algunos
años, es abordar la adolescencia como un espacio de investigación se-
xual y de género en los tiempos actuales.
M: Señalas que la adolescencia se constituye como espa-
cio para la investigación sexual y de género.
L: Cuando hablamos de investigación sexual en la adolescen-
cia —haciendo un paralelismo con la investigación sexual infantil que
había propuesto Freud—, estamos hablando de sexualidad o, mejor
dicho, de psicosexualidad, pero también de género. Y aquí están im-
plicados los interrogantes que se hacen los adolescentes y traen a la
consulta. Entonces, yo ubico la adolescencia en un cruce entre espacio
y tiempo. Esto tiene que ver con situar la adolescencia, es decir, incluye
el concepto de situación, un concepto que había trabajado Sartre —y
que vale la pena tener en cuenta— que apunta a poder enfocar los
conictos propios de esta etapa, que a veces son conictos de difícil
solución, especialmente los que tienen que ver con el género, y que
también son desafíos para los analistas.
Me interesa, además, detenerme en la noción de cuerpo. En la ado-
lescencia el cuerpo también adquiere una presencia especial, pode-
mos pensar que se trata de un cuerpo situado. ¿Por qué? Porque es un
tiempo de cambios corporales, de cambios hormonales que, a la vez, se
conectan fuertemente con cambios psíquicos. Es decir que esto mar-
ca un momento clave en la construcción de subjetividad. Hablamos,
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entonces, de los cuerpos, pero también de una reactivación pulsional
que empuja a una búsqueda de signicaciones para los adolescentes.
Freud señalaba que en la adolescencia había un resurgimien-
to del conicto edípico, que puede resolverse de distintas maneras.
Finalmente, en todos estos movimientos subjetivos y corporales hay
una búsqueda de anclajes identitarios. Esto se reeja en una discusión
en el campo psicoanalítico, en el sentido de que la identidad —para
muchos psicoanalistas— no es un concepto psicoanalítico, y es cierto
si la tomamos como un producto jo, siempre igual a sí mismo, lo cual
no ocurre en el ser humano, en ningún sujeto. Sin embargo, tenemos
que ver cómo poder compatibilizar el hecho de que efectivamente el
adolescente necesita ciertos anclajes identitarios, pero a la vez poder
reconocer su incesante movimiento; no una identidad rígida y ja,
sino una identidad abierta, en devenir. También es el cuerpo del espejo
y de la mirada, y esto remite a qué ve el adolescente cuando se mira.
Y acá la extrañeza puede ser un elemento importante: ese cuerpo que
está cambiando, ya que, justamente, ahí es donde se pueden producir
interrogantes con respecto a la identidad.
M: Me quedé pensando en el cuerpo y las relaciones con
lo virtual, y cómo ello se articula con la sexualidad y el género.
Creo que allí hay un desafío muy actual en relación con nuestras
intervenciones como analistas.
L: Coincido en que es uno de los mayores desafíos en la ac-
tualidad. Entonces, podemos hablar de cuerpos virtuales. Lo menciono
porque me parece que es importante para entender cómo se presen-
tan justamente las problemáticas de género y de la sexualidad en la
adolescencia. Por un lado, observamos un borramiento del cuerpo
privado —como ocurre en las redes—, ya no hay más privacidad, lo
privado y lo público se entremezclan y difuminan. Los cuerpos están
presentes, pero es de otra manera, en el marco de una erogeneidad
en acción. Si en ese encuentro a través de las redes el cuerpo no es el
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cuerpo erógeno, estamos en presencia de lo que podemos llamar porno
cuerpo, es decir, ahí ya estamos en otro nivel.
Podemos decir que la virtualidad tiene efectos benécos y efec-
tos nocivos. Es decir, que un adolescente dedique mucho tiempo a
las redes no es necesariamente nocivo. Por supuesto que si toda su
vida transcurre en las redes, desde ya que sí. Pero, a veces, tiene efec-
tos benécos para desarrollar ciertas capacidades de socialización
en determinadas situaciones; por ejemplo, un caso que estoy recor-
dando es el de un preadolescente que en su colegio primario sufrió
bullying. Durante la época de la pandemia por -19, en la que
solo se podía comunicar a través de la virtualidad, empezó a desa-
rrollar relaciones de socialización de otro tipo. Cuando terminó la
pandemia, se pudo constatar que esto signicó una apertura para
este adolescente.
En síntesis, creo que lo virtual ya está establecido y no se puede
volver atrás. El camino es, fundamentalmente, ver en cada caso cuá-
les pueden ser sus efectos beneciosos o nocivos. Entrando más en
nuestro tema, sobre la sexualidad y el género en la adolescencia, yo
plantearía la adolescencia como un espacio de interrogantes sobre los
enigmas referidos a la sexualidad y al género. Así como el niño o la
niña se hacen esas preguntas, llegan a conclusiones y organizan teo-
rías —como Juanito con las teorías sexuales infantiles—, algo similar
ocurre en torno a los interrogantes que de alguna manera se actuali-
zan o se amplían en la adolescencia.
Por lo tanto, en lo que hay que pensar es en un enigma a descifrar,
porque tanto la sexualidad como el género se plantean como enigmas
en la infancia y en la adolescencia. A todo niño o niña, cuando nace, se
le asigna un género, porque hay una legalidad social, un imperativo de
la cultura. Ese género que se le asigna es un enigma a descifrar, que a
veces lleva mucho tiempo y otras veces no se puede descifrar, ya que
trae consigo conictos desconocidos, porque es un enigma que provie-
ne de los padres e incluso transgeneracionalmente.
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M: Entonces, ¿cuáles crees que son esas posibles inte-
rrogantes de los niños y los adolescentes en el contexto que
describiste?
L: Como decía Laplanche, todo lo que tiene que ver con el
género hace que el niño o la niña se plantee interrogantes y también
angustias e incertidumbres. Me reero a la diversidad de géneros, que
habitualmente se focaliza en ser asignado como varón o niña, aunque
ahora hay un tercer casillero en algunos países. Aquí aclaro que diver-
sidad de géneros debe distinguirse de la noción de diferencia sexual y, aun
más, de la categoría diferencia en sí misma, que luego ampliaré.
El reconocimiento del género asignado es anterior al acceso a la
diferencia sexual que se da a través de la resolución edípica. Esto lo
planteaba Laplanche, y es así porque, antes de iniciar el recorrido edí-
pico, los niños ya diferencian una niña de un niño. Y se identican en
la mayoría de los casos como niña o niño, es decir, como fueron asig-
nados. Sin embargo, todavía no hay acceso a la diferencia sexual, que
se produce a través del complejo de Edipo, dice Freud, cuando señala
un camino normativo, la resolución heterosexual.
En la adolescencia estos enigmas están presentes, se reactivan y,
dado que es una etapa de cuestionamiento y no solo de interroga-
ción, se cuestionan también las normas vigentes. Entonces, este sería
el espacio-tiempo de la adolescencia que te había mencionado. En este
marco vemos —porque esto es parte de los conictos de la adolescen-
cia— que el deseo y la sexualidad siempre exceden las normativas de
género. ¿Te acuerdas de que yo te decía que son dos campos distintos,
porque el deseo y la sexualidad tienen que ver con la elección de ob-
jeto, y el género con identicaciones? El género se construye sobre la
base de identicaciones.
Un punto clave a resaltar es que el deseo siempre va más allá
de las normativas de género, las excede, pero también las obedece.
Esto implica que siempre hay una discordancia entre el género y el
deseo, que puede ser fuente de conictos. Entonces, ¿cómo se trans-
miten esas normas de género, esos enigmas sobre el género, que el
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adolescente, igual que el niño o la niña, tiene que descifrar? Y lo mis-
mo ocurre con los itinerarios de la sexualidad. Por supuesto que hay
factores pulsionales que son intrasubjetivos, pero también hay facto-
res discursivos en relación, que pueden concordar o no con los ante-
riores. Recordemos a Laplanche y su noción de signicante enigmático
que se transmite desde los discursos vigentes a través de los padres.
Los padres o cuidadores son intermediarios de la cultura y transmiten
signicantes que son enigmáticos también para ellos. Entonces, ahí es
donde hay una gran tarea en cada adolescente, en poder descifrar esos
enigmas.
En este marco, que es parte de la investigación sexual y de géne-
ro de la adolescencia, se incluye un aspecto especíco: las migracio-
nes sexuales y de género. Es decir que se trata de consultas donde ya
se presentó una discordancia por la cual el adolescente no se siente
identicado con el género asignado, o bien su elección de objeto se-
xual no corresponde a la heterosexualidad esperada por los padres.
Actualmente hay muchas más variantes, itinerarios posibles en los
que el factor inconsciente siempre está presente. Vemos las homo-
sexualidades, que tienen que ver con el campo del deseo; los trans-
géneros, de los cuales hay muchas variantes; y lo que se denomina
transexualismo, que ahora es una palabra que se utiliza menos, pero
que algunos asignan a las personas que se someten a una cirugía para
cambiar su genitalidad, para que se condiga con el género con el que
se identican (las personas transgénero, en general, no llegan a la ci-
rugía de cambio de sexo).
M: Y aquí, Leticia, se abre una gran dimensión, que es la
perspectiva psicopatológíca.
L: Exactamente. Las clasicaciones psicopatológicas a veces
son útiles, pero muchas veces se convierten en obstáculos. En general,
siempre que vemos a un paciente, cualquier paciente, nos hacemos
alguna idea, alguna orientación, que después puede desarrollarse de
otra manera. Por eso digo que las especicaciones pueden ser útiles,
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pero insucientes; hay que abrir mucho la escucha, especialmente en
estos pacientes, para no encasillarlos apresuradamente. Porque decir
homosexualidad, por ejemplo, es decir muy poco. Por eso, es más ade-
cuado hablar de homosexualidades, porque hay distintos tipos de ho-
mosexualidades, y ya Freud había descrito algunas. Lo mismo ocurre
con las personas transgénero. También vemos que la homosexualidad,
por ejemplo, signica frecuentemente una búsqueda en la adolescen-
cia y que los conictos de género también pueden ser una búsqueda,
una investigación. O ambos pueden remitir después a otras situacio-
nes, a otras resoluciones, que ya tienen que ver con que, en esa bús-
queda, en esa investigación sexual o de género, se abren otras posibi-
lidades, por las cuales lo que se esperaba a través de la asignación de
género o sobre la elección sexual no se da.
Y aquí entra también el análisis. Entonces, acá yo te quiero plan-
tear —y sé que tú también has pensado sobre esto— el tema de la
patología, que es un tema de debate actual. Por un lado, hay una ten-
dencia a ubicar a las personas transgéneros y transexuales en el cam-
po de la psicosis o, como decía Lacan, de una psicosis latente, lo cual
sería ubicar una causa común a todas las personas transgéneros. Para
otros, más que una causa, puede ser una especie de defensa frente a
carencias tempranas del niño o niña. Para otras corrientes, hay otra
posibilidad, que es que la persona que consulta por una problemática
con respecto a su género o a su sexualidad tenga alguna patología
acompañante, pero que esta no sea la causa.
Esto es parte de las discusiones actuales, en las que a veces hay
una tendencia a ubicar rápidamente un diagnóstico y encasillar al pa-
ciente. Por el contrario, cada situación es distinta y es también distinta
la capacidad de simbolización de cada paciente; esto es muy impor-
tante, porque ahí es donde se dene un análisis posible.
M: En la conferencia recuerdo que destacabas también la
capacidad de simbolización de quien consulta.
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L: En todo momento del análisis hago una diferencia muy
importante en la capacidad de simbolización que tenga quien con-
sulta, porque para mí es muy importante que el analista sepa de ese
otro en relación a su posibilidad de acceso a lo simbólico. Por cierto, lo
primero es que en el análisis se pueda crear un campo de trabajo. Eso
primero. Si no, el paciente se va, y ya no hay paciente. Pero también
es importante, si se puede crear un campo analítico, investigar cuáles
son las capacidades introspectivas, reexivas y de sublimación en jue-
go. A esto se agregan las características de la estructuración narcisista
de la persona que consulta y el campo deseante. Es decir, hay muchos
elementos que nosotros tenemos que ir trabajando en estas consultas,
que son consultas que estoy planteando para una situación casi ideal
que permita estos desarrollos. Pero también hay otras situaciones de
mucha presión, como cuando hay una angustia desbordante del ado-
lescente y a veces de los padres. Y aquí quiero subrayar que este no
es un problema exclusivo del adolescente. Muchos padres consultan,
desesperados y angustiados, por esto que aparece como algo inacep-
table. Actualmente, también hay otros que, al contrario, están apura-
dos por llegar a una solución. Entonces, en ambas situaciones hay que
prestar especial atención.
Considero ineludible trabajar con los padres, hacer entrevistas
vinculares, así como ofrecer orientación. Entonces, nosotros tenemos
que tener la disposición a abrir el espacio, a abrir otras temporalida-
des en el análisis, si es posible, y evitar resoluciones apresuradas. Pero,
como te decía, considerar que a veces hay situaciones que son de an-
gustia desbordante y que el analista no las puede encausar en un aná-
lisis. Y ahí ya vienen problemas más complicados. Por otro lado, no te
olvides de que esto está inserto en el juego de la oferta y la demanda.
Es decir, si los pacientes no aceptan hacer un análisis, van a recurrir a
alguna clínica que les dé una solución rápida, que puede ser la solu-
ción quirúrgica.
M: Es muy evidente que los estudios de género han
ampliado mucho las posibilidades de intervención cuando se
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articulan con el psicoanálisis. La categoría género permite pensar
estas situaciones clínicas.
L: Sí, claro. El género es performativo, aunque la performa-
tividad no permite explicarlo en su totalidad. Se construye en base
a identicaciones, pero en realidad el género es como una especie
de implantación que se produce en el recién nacido. Por cierto, tie-
ne complejas relaciones con la psicosexualidad, que impregna la vida
psíquica. Sin embargo, hay diferencias entre ambas categorías, que, a
mi modo de ver, hay que reconocer.
El tema no es sexualizar los conictos de género anulando este
concepto, sino analizar la relación que tiene el género de esta perso-
na con sus pulsiones, con el deseo y con todo el campo de la psico-
sexualidad. Por eso —repito—, hay un campo que es el campo de la
psicosexualidad, de la pulsión, en el que ubico las homosexualidades
y también las heterosexualidades; es el campo del deseo en el que la
elección de objeto es contingente, como ya Freud lo había planteado.
Ahora bien, hay otro campo, el de las diversidades sexuales y de
género. Este no lo podemos diluir con la sexualidad, que es el género
que se le asigna a un recién nacido. Porque el género tiene que ver
con lo masculino y lo femenino, con el dualismo masculino-femenino.
Entonces, decir que todo es psicosexualidad es cierto porque Eros es
vida, pero también indica que no se establecen discriminaciones su-
cientes para las problemáticas que se presentan hoy en día. Porque el
tema es la relación sexualidad-género, cómo el género asignado puede
ser conictivo y en todo caso por qué. Pero también, cómo puede ser
conictivo con los itinerarios del deseo y con la elección sexual. Por
cierto, acá están en juego las nociones de diferencia sexual y de género
que se manejen.
M: Entiendo que es allí donde podemos debatir sobre la
diferencia sexual y la diversidad de género.
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L: Exactamente. Sabemos que en las sociedades contempo-
ráneas la diferencia sexual se va desdibujando y aparecen subjetivi-
dades no convencionales, como las migraciones sexuales y de género.
Esto se une a otros modelos de familias, a los avances de la biotecnolo-
gía y al fuerte impacto de los mundos virtuales, temas que ya mencio-
. Estas diversidades, que no son nuevas, aparecen en la historia de la
humanidad, en los mitos griegos, en religiones y narrativas de diversas
culturas. En n, hay numerosos mitos y relatos en la Antigüedad sobre
seres dobles, sobre androginia. Incluso hay iconografías medievales
donde aparecen cristos femeninos, amamantando. Esto es algo que
en general se tiene poco presente. Lo mismo se presenta en pueblos
primitivos, como los chamanes, donde los brujos se transformaban en
personas del sexo opuesto, o en otros pueblos en que los hombres se
identicaban en forma alucinatoria con sus diosas. Actualmente, estas
transformaciones aparecen con más visibilidad en la vida cotidiana.
Podemos decir que en la actualidad coexisten la diferencia radical
propuesta por la modernidad y las migraciones sexuales y de género
de la modernidad tardía o posmodernidad, que ya se manifestaban
desde la Antigüedad. Como señalé, distingo la noción de diferencia se-
xual de la de diversidad de géneros. El concepto de género, recordemos,
fue planteado por Rubin desde la antropología, por Money y los her-
manos Hampson desde la medicina, por Stoller desde el psicoanálisis
y por Laplanche, quien propone conceptos indispensables para abor-
dar la clínica y muestra que no es exclusivamente un resultado de
la anatomía. Como señalé, se acentúa el papel de la cultura a través
de mecanismos performativos. Lo performativo es una operación que,
a través de reiteraciones continuadas del discurso, produce cambios.
La propuesta es que las palabras son actos en sí mismas, no es que
produzcan actos. El ejemplo clásico lo dio Austin, quien fue el que por
primera vez habló de la performatividad, acentuando que la palabra
tiene un valor simbólico, pero que, además, es un acto en sí misma.
En síntesis, con lo que plantée recién me aproximo a cómo se pien-
sa el concepto de género dentro de las teorías de género. Por otro lado,
vemos que a algunos de estos conceptos los toman algunas corrientes
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psicoanalíticas. Sin embargo, podemos decir que hay psicoanalistas
que sostienen que el género no es una categoría psicoanalítica. A mi
juicio, no están reconociendo que hay un género subjetivo, no sola-
mente el género social, cultural y legal. En este debate, mi propuesta
es pensar que las dos categorías coexisten y tienen efectos: hay un gé-
nero social, que no es una categoría psicoanalítica, pero hay un género
subjetivo, porque, desde el momento en que se le asigna un género
a un recién nacido, ese género se convierte en subjetivo (masculino/
femenino/otro). Y, como te decía antes, tanto la niña como el varón
tendrán que afrontar un trabajo psíquico para poder descifrar qué son
esos enigmas que están basados en el género y que determinan as-
pectos de la construcción identicatoria, que es imaginaria, pero que
también tienen una fuerza simbólica. Eso es lo interesante.
A esto agrego que, esta construcción identicatoria del género in-
volucra el campo de los ideales. Es decir, cuando se habla de género, se
está hablando de ideales de género, del campo que tiene que ver con
el yo ideal - ideal del yo. En otras palabras, se trata de ideales que se
transmiten a través de signicantes enigmáticos para el niño o la niña,
y que estos deben poder descifrar.
M: Si mal no recuerdo, Pontalis mencionaba que puede
llevar una vida descifrar esos signicantes enigmáticos y a veces
nunca se termina de hacerlo.
L: Exactamente. Y aquí me gustaría retomar el tema sobre
las clasicaciones y la patología. Aunque las clasicaciones nunca son
estrictas, podemos decir que las diversidades sexuales tienen que ver
predominantemente con el campo del deseo, y que las diversidades de
género tienen más que ver con el campo identicatorio, con la identi-
dad de género. Esta identidad de género —identidad entre comillas—,
que se sostiene en identicaciones de género, aparece antes del acceso
a la diferencia sexual, como también señaló Laplanche.
A partir de aquí, pienso en una trama compleja en la que la pul-
sión siempre tiende a sobrepasar y exceder las normativas de género.
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Adolescencias: cuerpo, género y sexualidad en la escena no binaria. Conversación
con Leticia Glocer Fiorini - Mauricio Clavero Lerena
Y, a la vez, los mandatos de género tienden a restringir los caminos
pulsionales y del deseo. En este contexto, señalemos que actualmen-
te se han desarrollado teorías posgénero, que tienen relación con las
presentaciones transgénero, donde ya las teorías queer van más allá
del binarismo masculino-femenino. Los psicoanalistas, a mi entender,
tienen que estar al tanto de todos estos desarrollos. No porque haya
que importarlos indiscriminadamente al campo psicoanalítico, sino
porque hay que ver qué parte de estos desarrollos pueden enriquecer
un intercambio entre el psicoanálisis y otras teorías. Sabemos que hay
aportes que son un desafío, pero permanecen en los bordes del psicoa-
nálisis. Y hay otras contribuciones que sobre las que cada psicoanalis-
ta o cada teoría debe preguntarse si no hay que incluirlas dentro del
psicoanálisis. ¿Por qué? Justamente porque forman parte del género
intrasubjetivo, que no se puede negar que existe, porque, desde el mo-
mento en que alguien se reconoce como hombre o mujer o cuando le
dan un formulario y llena el casillero de hombre, mujer u otra alterna-
tiva, ya está estableciendo algo con respecto al género.
Por cierto, está el tema del conicto que siempre hay entre el gé-
nero y la sexualidad o al interior del género asignado. Esto se puede
constatar en el artículo de Freud sobre la joven homosexual. Al nal
de ese artículo, Freud plantea tres variables para pensar la subjeti-
vidad. Plantea que hay que pensar en los caracteres físicos, o sea,
en los cuerpos anatómicos; que hay que pensar en los caracteres
psíquicos, masculinidad o feminidad; y que también hay que pensar
en la elección de objeto, homosexual o heterosexual. Entonces, Freud
mismo ya estaba registrando esto que yo decía, porque señala que
hay que tener en cuenta que una persona puede nacer hombre, pue-
de tener caracteres psíquicos considerados femeninos y hacer una
elección heterosexual, o bien puede nacer hombre y ser muy viril en
sus caracteres psíquicos y hacer una elección homosexual. Freud, de
alguna manera, escapa del binarismo masculino-femenino y com-
plejiza mucho la forma de pensar la construcción de subjetividad.
Podemos decir que en las intersecciones de esas variables se cons-
truye subjetividad.
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Con respecto a las homosexualidades es indispensable repensar
su ubicación en el campo de la perversión —que ya Freud había dis-
cutido—, ya que en un momento del psicoanálisis, homosexualidad y
perversión eran lo mismo. Actualmente, sabemos que hay homosexua-
lidades neuróticas, por ejemplo, en la histeria. Puede haber homose-
xualidades perversas o psicóticas, de la misma manera que puede ha-
ber heterosexualidades que sean neuróticas, perversas o psicóticas.
Quiero decir que, actualmente, por lo menos, la mayoría de los psicoa-
nalistas ya no consideran que la homosexualidad sea denitivamente
una perversión. Entonces, acá se presentan interrogantes importantes,
ya que algunos sostienen que las diversidades sexuales y de género
corresponderían a perversiones individuales y/o colectivas, y que im-
plicarían una caída del orden simbólico, minimizando los efectos ta-
náticos y destructivos del mal radical. Por otra parte, yo creo que aquí
es necesario revisar criterios psicopatológicos y normativos en cada
teoría y en cada psicoanalista.
Es complejo, pero también es necesario. Como te decía al principio,
estamos en un momento de muchos cambios en las subjetividades
contemporáneas. En este sentido, tenemos dos opciones: pensar que el
psicoanálisis sería inmutable en el curso de los tiempos o bien pensar
que hay ciertas cuestiones —que ahora te voy a mencionar— que vale
la pena revisar. En gran medida, yo baso mis propuestas en descu-
brimientos freudianos paradigmáticos. Yo creo que Freud presenta en
sus escritos muchas líneas diferentes y que cada teoría posfreudiana
toma alguna línea de la obra freudiana, que ciertamente es mucho
más compleja. Pero quisiera enfatizar algunos puntos cruciales:
Primero, que la sexualidad es migrante, por denición; por eso, el
deseo siempre excede las normas y los mandatos de género. El deseo
nunca concuerda con las normas, en ninguna persona. En esta línea,
la represión tiene efectos potentes.
Segundo, la elección de objeto es contingente; esto lo planteó
Freud desde el principio, ya que la pulsión no es el instinto.
Tercero, las identicaciones sexuales y de género son plurales. Ese
es otro punto también importante y tiene que ver con las categorías de
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Adolescencias: cuerpo, género y sexualidad en la escena no binaria. Conversación
con Leticia Glocer Fiorini - Mauricio Clavero Lerena
masculino y femenino. Hay que recordar que Freud discutió estas nocio-
nes cuando señaló que masculino y femenino eran categorías de conte-
nido impreciso y no especícamente psicoanalíticas. A esto se agrega
su aporte sobre las fantasmáticas bisexuales. Entonces, estos criterios
freudianos, a mi modo de ver, son importantes para poder pensar más
allá de los casilleros en que siempre, o muy frecuentemente, intenta-
mos colocar a los pacientes.
Estamos ante un cambio de paradigma, que todavía no sabemos si
se va a sostener o no, pero que apunta a otra concepción del sujeto. El
psicoanálisis se enfrenta actualmente a transformaciones subjetivas
que es indispensable explorar. Por ejemplo, ahora hay muchas corrien-
tes vinculadas a lo posthumano, que en el psicoanálisis no aparecen.
Pero las subjetividades van cambiando y el tipo de consultas también.
Ese es el problema. Y la resistencia de muchos psicoanalistas está
presente. A mi juicio, podemos sostener los principios fundamentales
del psicoanálisis, el inconsciente, la pulsión, el deseo, la transferencia.
Podemos sostener esos ejes y, al mismo tiempo, hacer una apertura
frente a los desafíos contemporáneos, para poder sostener un análisis
con personas cuyos itinerarios sexuales y de género no son los del
neurótico clásico.
M: Creo que, a la hora de pensar nuestras intervenciones
como psicoanalistas, vuelve con fuerza la idea de nuevos esce-
narios. Porque todo esto tiene que ver con el adolescente que
es el que hoy entra directamente en estos nuevos escenarios,
que tienen que ver con cambios en la posición femenina, con
las migraciones sexuales y de género y con todo lo menciona-
do anteriormente. Nosotros venimos de otros escenarios, pero
el adolescente entra directamente en los nuevos y esto, obvia-
mente, implica transformaciones en la subjetividad, en el tipo
de consultas y en los discursos vigentes, que se reejan en las
consultas clínicas.
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L: Exactamente. Y aquí quisiera plantear algunos temas que
—aunque por supuesto que no puedo desarrollar totalmente ahora—
son problemáticas que, a mi modo de ver, requieren de un debate desde
el psicoanálisis. Uno es revisar los alcances y los límites del complejo
de Edipo y el complejo de castración. Si bien considero que hay ciertos
aspectos del Edipo que se deben seguir sosteniendo, presenta algunos
puntos ciegos que dicultan el análisis con personas que pertenecen a
grupos de diversidad sexual y de género. Ese es un tema.
El otro tema es el de la función paterna. Para decirlo en muy pocas
palabras, dadas las connotaciones que tiene denominar paterna a una
función simbólica, limita la posibilidad de ser pensada en el marco
que estoy desarrollando. Yo había propuesto en mi libro La diferencia
sexual en debate (Lugar, 2001) denominarla función tercera simbólica. ¿Por
qué? Primero, porque hay familias actuales que ya están congura-
das de otra manera y, si bien hablar de función paterna es hablar de
una función simbólica, la denominación de paterna ya está indicando
algo más. Entonces, mi sugerencia es que la noción de función terce-
ra simbólica se aplica mejor a familias constituidas con personas del
mismo sexo, a familias monoparentales y también a la familia nuclear
clásica. Por eso, considero importante hablar de funciones, funciones
simbólicas, funciones de cuidados y, en todo caso, ver cómo se ejercen
en esas familias. Y también, porque la función simbólica la ejercen las
madres muchas veces, y no los padres. Entonces, ¿por qué llamarla
paterna? El argumento de que es porque la madre interioriza la función
paterna es reduplicar el problema con sus connotaciones. Es decir, es
una idealización, un nombre —el nombre del padre— que no corres-
ponde a lo que son las relaciones actuales.
Como ya señalé, otra cuestión es que cambia también una pro-
blemática que hay que repensar: la noción de sujeto. Freud ya había
producido un cambio de paradigma al proponer al sujeto del incons-
ciente, distinto de la concepción clásica. Sin embargo, hoy es crucial
pensar en un sujeto en el que habitan mundos heterogéneos, donde
coexisten instancias que no siempre llegan a una denición concor-
dante ni a una síntesis armónica; un sujeto de multiplicidades, un
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Adolescencias: cuerpo, género y sexualidad en la escena no binaria. Conversación
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sujeto en contradicción permanente. Y esto resulta especialmente re-
levante para ser pensado en las problemáticas de la adolescencia.
Y, nalmente, en relación con tu pregunta anterior sobre la dife-
rencia, considero necesario revisar el concepto de diferencia sexual y la
noción de deseo. Este es un tema que desarrollé más extensamente en
mis libros La diferencia sexual en debate (2001) y Lo femenino y el pensa-
miento complejo. Cuerpos, deseos y cciones (2015), pero quisiera mencio-
nar aquí algunos puntos.
Uno —que ya te comenté— es poder diferenciar en el interior de la
categoría género el género social del género subjetivo. Cuando nosotros
hablamos de género, estamos hablando del género subjetivo, que tam-
bién abordó Freud cuando habló de cómo el niño o la niña se enfren-
tan al complejo de Edipo. Ya Freud sostenía que había un niño o una
niña que se reconocían como tales antes de enfrentarse al complejo
de Edipo.
Otra cuestión a resaltar es reconocer que en Freud hay dos líneas:
una es la del polimorsmo pulsional y otra es la del complejo de Edipo.
Es decir, Freud desarrolla en 1905 algo que es muy importante: el tema
del polimorsmo pulsional. Pero en su obra, después se ve en la obli-
gación de ver cómo se organiza ese polimorsmo, y ahí es donde intro-
duce el complejo de Edipo. El complejo de Edipo organiza el polimor-
smo pulsional, por eso nosotros no podemos prescindir del análisis
del complejo de Edipo y de todo lo que ocurre con el deseo, incluida la
creación de teorías sexuales infantiles. Sin embargo, hay un punto que
actualmente está en discusión y que nosotros lo tenemos que tomar
para debatir, que es la salida heterosexual del complejo de Edipo: es
necesario discutir esa salida como única resolución normativa. Así,
se puede tomar el Edipo como una narrativa que también tiene un
nivel metafórico que organiza el polimorsmo pulsional. Se trata de
una herramienta clínica importante, pero que tiene sus límites, ya que
está inmersa o expresa un universo androcéntrico. Por este motivo,
las teorías de Freud sobre este complejo siempre fueron muy discuti-
das, especialmente por muchas analistas que eran sus discípulas en
su época.
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De ahí la importancia de despersonalizar el Edipo frente a todas
estas problemáticas relativas a las subjetividades que no entran en la
norma, así como en las diversas conguraciones familiares actuales,
al proponer en cambio hablar de funciones de cuidados y funciones sim-
bólicas. Hay muchos temas para plantear, por ejemplo, en la adoles-
cencia. Yo te hablé de la adolescencia en general, pero se tendría que
hablar de las niñas cuando entran a la adolescencia; una de las cosas
que nos podríamos preguntar es ¿qué es lo que se transmite con res-
pecto a la maternidad? Si la maternidad es el destino privilegiado para
una mujer, como sostenía Freud, ¿qué pasa cuando no hay un deseo
de hijo? Durante mucho tiempo esa posición fue interpretada como
una expresión narcisista de algún tipo de patología. Actualmente hay
que pensar que también puede haber un no deseo de hijo y que, ya lo
decía Klein, la creatividad puede sublimarse también por otras vías.
Entonces, todas estas cuestiones que aparecen en la clínica las tene-
mos que tener en cuenta y pensar para no repetir interpretaciones
que quizás tenían su aplicación en otras determinadas circunstancias,
determinados pacientes, determinadas culturas, pero no en otras.
M: Leticia, quizás para ir cerrando, se me ocurre que un
claro ejemplo clínico y teórico que permite ver cómo se contem-
plan muchas de las variables que desarrollaste es la propues-
ta de intervención del propio Freud sobre la joven homosexual.
Entiendo que allí es evidente cómo se piensa la construcción
subjetiva desde la propuesta psicoanalítica.
L: Sí, es un ejemplo claro de cómo Freud no le dio la espalda
a estos temas. En denitiva, no ignoró las demandas que llegaban a
su consulta. Y aquí me das el pie para algo en lo que hay que insistir
siempre, que es la importancia del caso por caso. Como propuse en Lo
femenino y el pensamiento complejo. Cuerpos, deseos y cciones (2015), pien-
so en la construcción subjetiva trabajando con tres o más variables en
juego. Una es el eje pulsional-sexual, otra es el género como construc-
ción cultural basado en identicaciones y otra son los cuerpos, porque
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la anatomía existe, el cuerpo existe, no se lo puede negar. Entonces,
¿cómo se relacionan esas variables entre sí? Ya sea porque coinciden
o porque no coinciden y confrontan, en sus intersecciones se genera
subjetividad. El entrecruzamiento de estas variables es diferente en
cada sujeto.
Como ya mencioné, en su artículo sobre la femineidad, Freud ha-
bía postulado que masculino y femenino eran categorías de contenido
incierto. Él sostenía que eran categorías anatómicas o sociológicas.
Esto, en general, no se toma en cuenta, pero Freud lo planteó muy
claramente. Y, nalmente, lo que quiero decir sobre la diferencia es lo
siguiente. Tú sabes que yo distingo entre las categorías diferencia y dife-
rencia sexual. La primera es una categoría simbólica que tiene que ver
con el reconocimiento de la otredad. Se dene, como decía Heidegger,
por el mecanismo de la distinción; es lo opuesto del Uno, de la totali-
dad. Entonces, eso es una categoría simbólica. Esa categoría simbóli-
ca es un dilema, es una especie de casillero enigmático, que también
reere a que somos diferentes. Ese enigma, la diferencia en sí, se va
«completando» con creencias, teorías, narrativas, y signicados que
intentan explicarla, tal como Juanito la intentó explicar.
Podemos, entonces, diferenciar distintos niveles en los que se ge-
neran explicaciones sobre ese enigma: la diferencia anatómica, la dife-
rencia de géneros, la diferencia psicosexual, las diferencias discursivas
y lingüísticas y la diferencia como reconocimiento de la otredad. Si no
hay reconocimiento del otro, no hay diferencia posible. La diferencia,
en estos distintos niveles, debe ser analizarla en la singularidad de
cada paciente. Todos estos niveles en los que se expresa la diferencia
se distinguen, como señalé, de la categoría diferencia simbólica, que
es una categoría que busca signicaciones.
Lo que sí creo es que hemos hablado de muchos temas y que cada
uno de estos requeriría mucho más desarrollo.
M: Solo me resta agradecerte esta entrevista, que segura-
mente motive a muchos a leer tus textos.
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L: Muchas gracias, Mauricio, y un saludo a toda  y
al , con sus ya 20 años. Siempre es muy valioso intercambiar con
nuestros hermanos uruguayos.